Julián Tavárez dice que ha sufrido cada derrota en playoffs

Julián Tavárez dice que ha sufrido cada derrota en playoffs

POR STEPHEN A. NORRIS
De MLB.com
SAN LUIS.–
Hace diez años, después del sexto juego de la Serie Mundial de 1995, Julián Tavárez se sentó en el dugout de Cleveland sin poder traducir su dolor al inglés. Tavárez había pasado la mayor parte de su vida en su natal República Dominicana y solo sabía un par de palabras en inglés para entonces, su temporada de novato.

Atlanta acababa de ganar la Serie Mundial, derrotando a Cleveland 4-2. En vez de contarle su dolor a la prensa o a los coaches, Tavárez se sentó en el dugout y lloró.

El dolor no pasaba. Tavárez no podía aguantarlo dentro, así que siguió llorando.

Solo horas antes, el delgado derecho de 22 años había estado muy motivado durante todo un mes. Nunca había experimentado algo así.

Pasó por la temporada de 1995, con marca de 10-2 como relevista, con 2.44 de efectividad. Tavárez fue nombrado Lanzador Novato del Año del Sporting News. Sus 10 triunfos encabezaron a todos los relevistas de la Liga Americana, y las 85 entradas lanzadas empataron el tercer mayor total. El se sentía como un gran contribuidor al equipo. Sus cinco apariciones y 4.1 entradas en blanco contra Atlanta en la Serie Mundial hablaron por sí mismas.

Así que olviden que Tavárez no haya dormido mucho durante esos playoffs. Estaba demasiado acelerado. Discúlpenlo por querer ser visto en Cleveland y disfrutar quedarse atrapado en los tapones antes y después de los partidos.

El quería llenarse de la energía de los fanáticos. Perdónenlo por presentarse demasiado temprano a los juegos y por no querer irse del estadio. El estaba loco por béisbol.

“No sé por qué, pero por alguna razón, cuando voy a la postemporada, cambio lo que como y cuándo duermo»” dijo Tavárez. “Solo me siento tan metido en el juego que no puedo dormir. Es demasiada presión y no me quiero ir a casa”.

Diez años más tarde, Tavárez es un hombre. Puede manejar mejor sus emociones y ha aprendido a aceptar la experiencia del deporte profesional. La madurez ayudó a aguantar un poco el golpe, pero no pudo disolver el dolor que Tavárez volvió a sentir la temporada pasada cuando su actual conjunto, los Cardenales, fue barrido en cuatro juegos en la Serie Mundial por los Medias Rojas.

“Este último año, no pude esperar a que llegaran los entrenamientos para tener otra oportunidad”, dijo Tavárez. “No busco ser campeón de la división o campeón de la Liga Nacional. Solo busco ser campeón de la Serie Mundial. Eso es lo que quiero ahora que soy más viejo. Con suerte, sucederá este año”.

Este año, los Cardenales se han apartado de los demás y son los favoritos a regresar a la Serie Mundial. Si la ganan, Tavárez probablemente juegue un papel clave, tal y como lo hizo al llevar a Cleveland a la Serie Mundial del 1995. Después de reestablecerse como un relevista de calidad con los Piratas en el 2003, ha emergido como una pieza clave del bullpen en dos temporadas con San Luis. Tavárez es usado como preparador clave antes del cerrador Jason Isringhausen.

Estos días, Tavárez no tiene problemas hablando inglés. El bromea alrededor del clubhouse con otros compañeros y raras veces se aleja de la prensa.

El no sería la persona que es hoy si no fuera por sus otros compañeros latinos que lo acogieron cuando era novato.

Tavárez llegó a los Estados Unidos en 1992, un lanzador frágil con una recta de Grandes Ligas. Lanzó dos años en el equipo de la Liga de Verano de la República Dominicana con Cleveland, antes de pasar a la liga de novatos. Al mismo tiempo, Tavárez no hablaba inglés.

“Una semana después de llegar de la República Dominicana quería volver porque no entendía nada”, dijo Tavárez.

MESA LO ACOGIO

Como no hablaba inglés, Tavárez tenía problemas con cosas simples como ordenar comida en un restaurante o comprar cosas. José Mesa, con Cleveland en esos tiempos, fue el primero de muchos en la organización en acoger a Tavárez bajo su ala.

“Es un tipo que mantiene a todos relajados”, dijo Mesa. “Me encanta jugar con él. Llegábamos temprano y corríamos. Nos quedábamos junto en la ruta y salíamos a comer juntos frecuentemente. El y yo y Manny Ramírez vivíamos juntos”.

Y Tavárez siempre le agradecerá a Mesa por comportarse como su hermano mayor.

“No sé cómo agradecerle a José Mesa por todo lo que ha hecho por mi”, dijo Tavárez. “El ha hecho mucho. Cuando llegué a los Estados Unidos realmente se hizo cargo de mi. Me compró ropa y todo lo demás. El me llevaba al campamento de las menores cuando iba al de las Grandes Ligas, todos los días.

“Son muchos recuerdos. Pero José Mesa ha sido un gran hombre para mi. Realmente lo aprecio. Es un gran tipo. El hombre tiene un gran corazón”.

SU PASO A LAS MAYORES

Tavárez trabajó por las menores en tres temporadas. Para 1995 era un regular en el bullpen de Cleveland. Varios compañeros latinos – Carlos Baerga, Sandy Alomar Jr. y Alvaro Espinosa – estaban allí para ayudarlo con la transición.

“Cada vez que jugamos con los Nacionales, le doy un gran abrazo a Baerga”, dijo Tavárez. “El siempre me pregunta si puedo salir y pedir mi comida”.

Tavárez dijo que podía hablar solo un cinco por ciento del inglés que ahora habla.

“Solo podía decir cosas como ‘Hola, ¿cómo te va? ¿cuál es tu nombre? Nos vemos. Tengo hambre. Gracias’.

LOCURA TOTAL

En 1995, habían pasado 41 años desde que los Indios habían ido a la postemporada. Los fanáticos y los jugadores disfrutaban al máximo su primera temporada jugando en el Jacobs Field mientras Cleveland llenó la casa en 100 victorias de temporada regular.

Los Indios pasaron por la temporada regular, ganando la División Central de la Liga Americana por 30 partidos. Barrieron a Boston en la Serie de División y acabaron con Seattle en seis partidos en la Serie de Campeonato de la Liga Americana, ganando la oportunidad de jugar en la Serie Mundial por primera vez desde 1954.

“O mi Dios, la ciudad se volvió loca”, dijo Tavárez. “Nunca he visto nada parecido en mi vida, era duro solo salir al centro. Había unos 40,000 fanáticos fuera del estadio esperando para entrar horas antes del partido. Ni siquiera se podía manejar. Era algo loco”.

En la Serie Mundial, los bates de Cleveland fueron dominados por los brazos de Atlanta. Atlanta ganó los dos primeros juegos, pero Cleveland ganó dos de tres en casa para obligar un sexto partido.

En ese juego, Glavine contuvo a Cleveland a solo un hit en ocho entradas, ponchando ocho en la victoria 1-0. Tavárez sacó dos outs en el octavo, sin dar transferencias y no permitió hit.

Su actuación no importó. Todo había terminado. La temporada lo había traicionado.

“Lloré después del sexto juego”, dijo Tavárez. “No tuve la suficiente fuerza para detener las lágrimas. Me dolía mucho porque era novato y llegar tan lejos, uno piensa que tiene todo solo por tener un buen equipo. Me sentía bien y pensé que íbamos a vencer a los Bravos, pero no fue así. Fui débil al perder… No pude comer por tres o cuatro semanas”.

A pesar de todo, todavía llama a Cleveland su hogar.

“Cuando voy al centro comercial y a comer, la gente todavía me reconoce”, dijo Tavárez. “Todos los domingos cuando voy a la iglesia me reconocen y se quedan preguntándose qué hago ahí si ya no juego en Cleveland”.

Su hijo de tres años, Trent, vive allí con su ex novia, con quien sigue siendo amigo. Su otro hijo, Jay, de cinco años, vive en Nueva York.

La próxima vez que Tavárez vuelva a Cleveland, quiere hacerlo con un anillo de la Serie Mundial. Todavía tiene un vídeo de la temporada de 1995 que ve con mucha frecuencia.

“Cada vez que veo la cinta – lo flaco y pequeño que era  – eso me da muy buenos recuerdos”, dijo Tavárez. “Jugué con muy buenos peloteros ese año en Cleveland. Es duro olvidarlo”.

Todavía queda mucho del flaco novato que no hablaba inglés. Con 32 años, Tavárez sigue adicto a ganar y al béisbol.

“Es como cuando terminó la temporada pasada y perdimos, esperaba el inicio de los entrenamientos de primavera para ver si podíamos seguir adelante, en vez de una barrida de cuatro juegos”, dijo Tavárez.

“Pero aquí estamos, ¿verdad? Es una temporada larga. Sí lo es. Pero cuando los días pasan y uno llega a la postemporada, comienza a mejorar. Uno se prepara más y la mente cambia un poco. Uno se cuida más y no puede esperar el próximo juego”.

VERSIÓN DIONISIO SOLDEVILA BREA

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