La monografía de Julio Llort, sencillamente titulada “Julio Llort: una vida por el arte”, es un libro fascinante, porque todos los componentes de esta aventura, cuidadosamente programada, se distinguen en sus campos respectivos: hermosura de la edición, excelencia de la fotografía, interés de los textos, y, hay que decirlo, un artista magistral.
El volumen ha sido producido por el Departamento Cultural del Banco Central, sinónimo de entrega institucional, de artes y letras, que proyecta, entre sus éxitos, una bibliografía dominicana singular por su significación literaria como su calidad editorial…
El apoyo constante del gobernador Héctor Valdez Albizu, economista cimero que valora el arte y la cultura, ha hecho prosperar esta labor y la vocación de servicio del escritor José Alcántara Almánzar, director del Departamento Cultural.
Hermoso libro de arte. La monografía de Julio Llort sobresale por ser a la vez, un volumen lujoso y sobrio. Lujoso, por sus atributos físicos, desde el papel satinado mate y la impresión impecable –en la unidad modelo del Banco–, hasta el privilegio de las imágenes, numerosas, amplias, fieles, reproduciendo esmeradamente los cuadros, algo fundamental y retador cuando se trata de la sutileza exquisita del cromatismo original.
Pero el libro es igualmente sobrio y ejemplar por la pulcritud de su diagramación, con un uso generoso del blanco para que sobresalgan las láminas a color y la sucesión de los escritos. Irina Miolán ha realizado un diseño contemporáneo, estricto y fino, con unos toques delicados, proyectando la obra pictórica como si se presentara una exposición de Julio Llort sobre las paredes inmaculadas… que son las páginas.
Una vida, muchas obras. Más allá de datos estrictamente profesionales, podemos afirmar que Julio Llort escribió sus memorias… Al filo de las páginas, vuelven a vivir su familia, su juventud, su educación, sus academias, sus primeras experiencias, sus inquietudes históricas, períodos simultáneos o sucesivos que culminan en la llegada a la República Dominicana. Una inmigración tan imprevista como definitiva y sinónimo de plenitud anunciada. No solamente el maestro encontró aquí el éxito profesional, sino la felicidad del hogar ….
De lectores muy motivados por recuerdos muy bien contados y por opiniones certeras sobre el arte, nos convertimos en espectadores deslumbrados ante las obras de Julio Llort. Es un artista cuya trayectoria sobrepasa el medio siglo, y él sigue ejerciendo el oficio con la pasión, el esmero, el perfeccionismo que lo definen, tanto en la creación pictórica personal como en la especialidad de restauración.
Ese catalán dominicano ha retratado un número incalculable de personalidades dominicanas, entre ellas los gobernadores del Banco Central. Luego, la belleza triunfa cuando, desde el ingenio real-imaginario del talento, descansan, en la tela o en el papel, personajes del campo dominicano: el gran dibujante brilla tanto en la rusticidad noble de los rostros como en las dificultades anatómicas.
Estupendo paisajista y ecologista, don Julio ha plasmado incansablemente el esplendor de monte, mar y cascadas, de árboles, plantas y flores, a menudo ensombrerados por impresionantes nubes barrocas. Y parte de otro rico repertorio, las frutas, los mariscos, los objetos cotidianos le han inspirado bodegones generosos.
Un romántico de hoy. A los pintores se les suele atribuir un estilo: calificaríamos a Julio Llort como un romántico del siglo XX. Sus obras alojan neoclasicismo, realismo y naturalismo, caminan decisivamente hacia el impresionismo, y, como buen romántico –recordamos que Víctor Hugo, romántico por excelencia, sugería poner una gorra roja al viejo diccionario–, Julio Llort es, pues, capaz de poner una gorra roja a su academia, de revolucionar su propia personalidad artística. ¡Ha sido para nosotros una revelación!
Él se convierte en expresionista, realista fantástico, surrealista, abstracto aun, pero reverenciando lo bello siempre –proporciones, armonías, composición–. Conociendo la faceta del escritor, no nos sorprendemos que sus lienzos sean poemas visuales.
Un emotivo consejo de Julio Llort ilustra sus dotes plurales: “Cuando miras una pintura de un paisaje, intenta adentrarte imaginariamente en él. Si te da la sensación de que puedes respirar el aire fresco y te mojas los pies en el rocío de la hierba, el pintor logró su obra”.