Julio Santos-Cayado, Ph.D. – Jimaní sería juego de niños

Julio Santos-Cayado, Ph.D. – Jimaní sería juego de niños

En el año 2003, a invitación del doctor Mario Bonetti, Presidente de la Academia de Ciencias de la República Dominicana y con patrocinio del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, dicté una conferencia titulada: «Cambios Meteorológicos, Evidencias en Eventos Extremos». Por su importancia y actualidad, el doctor Bonetti dispuso que se publicara como una monografía, la cual está circulando.

Como su título especifica, la evidencia más contundente del calentamiento global se evidencia en eventos extremos más frecuentes y poderosos, como el caso de Jimaní que acabamos de sufrir. Esta conclusión no es ligera, se basa en datos tomados en Europa, donde la calidad de los datos es de primera clase y la duración de las series son impresionantes, por ejemplo, la toma de datos de temperatura del ambiente se inició alrededor del año 1850, y, los estudios de ríos como el Rin, el Danubio y El Elba, en algunos puntos sobrepasan los 200 años de registros de caudales. Todos esos datos y muchos otros, han servido para que científicos europeos hayan construido diferentes modelos de predicción de las futuras temperaturas en el hemisferio norte.

El tema del calentamiento global es a la fecha evidente e indiscutido, tanto así que Hollywood se ha metido en el problema y acaba de filmar: The Day After Tomorrow; es decir: Pasado Mañana. La película ya se está exhibiendo y desarrolla la tesis de que el aumento de temperatura hace que se evapore más agua de los mares y océanos en el trópico, éstas precipitan en la zona templada, varían la salinidad del Atlántico Norte y alteran el curso de la corriente de Golfo de México. Por tanto, se pierde el efecto moderador de la temperatura que tiene la corriente del golfo en la costa norte de Europa. Se origina una segunda edad del hielo que cubre desde el Polo Norte hasta aproximadamente el paralelo de 34 grados de latitud norte; más o menos donde hacen fronteras los Estados de Florida y Georgia. Desde luego se trata de una película que dramatiza, acelera los efectos que se desencadenan y de una tesis, que de verificarse, tardaría miles de años en completar lo que la película hace en una semana.

En todo caso, lo cierto es que la frecuencia de los eventos extremos (grandes inundaciones y grandes sequías) se ha triplicado en Europa. Esto quiere decir que suceden tres veces más en el mismo tiempo. En los trópicos no nos hemos preocupado por tomar suficientes datos de calidad, por tanto, no sabemos cómo ha variado la frecuencia de ocurrencia de esos eventos, aunque todo indica que ha variado considerablemente.

La temporada de ciclones nos llega con las presas llenas y el citado aumento de frecuencia y de fortaleza de los eventos extremos. En consecuencia, los próximos meses podrían ser difíciles en el manejo de los recursos hídricos que caigan en el territorio nacional. Las crecidas de los ríos, como en el caso de Jimaní, son desastrosas, sin embargo, si una crecida de una magnitud proporcional se presentara en alguno de los ríos que cursan en áreas más pobladas, la que circunda el trayecto de la autopista Duarte, por ejemplo, las muertes y daños serían considerablemente mayores. Si alguno de esos ríos fuera a desaguar en alguna de las grandes presas del país, estando como están, llenas, habría que asegurarse que sus obras de demasía podrían manejar las descargas que se presentarían, que vendrían aumentadas por el calentamiento global. Recordemos los efectos de David y Federico, 1979, sus consecuencias en el Cibao, especialmente en el Yuna y sus efectos en la presa de Taveras, cuando todavía no se aseguraba el efecto del calentamiento global.

En ocasión de David y Federico escribí un artículo titulado: «(Santiago, Cuidado!» y luego recomendé que instituciones de Santiago, que siempre han estado bien organizadas, ordenaran estudios para: primero, hacer un plan de evacuación de caudales en la presa, que estuviera en consonancia con las precipitaciones y la afluencia de agua al embalse, segundo, que se hiciera un estudio de rotura de presa para determinar la altura de la ola que bajaría de Taveras y las medidas de seguridad que serían necesarias para evitar al máximo daños y muertes, no sólo en Santiago, sino además, en las ciudades aguas abajo. No se trataba, ni se trata aquí de alarmar a nadie, tampoco de insinuar que las presas son inestables en condiciones normales, sino de reconocer que estamos en un período de transición climática y conviene asegurar que las presas serán estables en las nuevas condiciones que nos presenta el calentamiento global. Nótese que con el paso del tiempo, las presas sufren asentamientos, filtraciones, desgaste o surgen defectos originados por diversas causas. Todos deben ser observados, tomados en cuenta y corregidos si es posible o modificar las condiciones de operación para adaptarlas al estado de las estructuras.

En aquella ocasión determiné que si Taveras hubiera fallado, el curso hubiera sido desvastado por una ola de 14 metros de alto. Hoy los 14 metros me parecen poco a la luz de lo sucedido en río Blanco, Jimaní.

Tomemos Jimaní como segundo aviso de catástrofes mayores que seguro ocurrirán si no ponemos los medios, es sólo cuestión de tiempo, de cuándo.

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