Junta Monetaria:
¡bienvenidos al clientelismo!

Junta Monetaria: <BR>¡bienvenidos al clientelismo!

MANUEL E. GÓMEZ PIETERZ
La Junta Monetaria fue hasta un pasado reciente, el  máximo organismo rector del Banco Central.  Situada en el tope  de la línea de autoridad, le seguían en orden descendente la Gobernación del banco y todas sus dependencias.  La Junta Monetaria era (y todavía debería ser), la máxima instancia nacional para la formulación, concertación y legitimación de la política monetaria del país.  De hecho, así funcionó razonablemente por años. 

Que continúe siéndolo, dependerá del nivel de ingerencia del poder político en el régimen operativo de la Junta y en la capacidad de ésta para evitar el sesgo del coyuntural interés y de las particulares conveniencias políticas. Sus miembros, distribuidos en las categorías de titulares, ex-oficio, y suplentes, designados todos por el Presidente de la República, ejercían sus funciones a título honorífico lo cual garantizaba opinar con mayor independencia de criterio y buen ejercicio del libre albedrío.  Asignar a esas posiciones remuneración excesivamente generosa equivale a burocratizar la institución, lo que además de vulnerar el intangible halo de prestigio de quienes las ostentan, los reduce a la nada atractiva categoría de «cuasi empleado público» con todas sus imprevisibles implicaciones.

Por obra de la imprevisión, esos nuevos y apetitosos «cargos» de la Junta Monetaria podrían meterla en la olla de grillo del febril regateo de los cargos públicos.  Y el clientelismo sentar sus reales en un escenario absolutamente incompatible y discorde con el activismo político.  No Colguemos la apetitosa zanahoria del salario, frente a ese glotón e insaciable caballo.  Que ya hemos visto desbocarse en el pasado gobierno.

El propósito de burocratizar la Junta, comenzó a tomar cuerpo desde el inicio mismo de la elaboración del «Código Monetario y Financiero», apoyado a juicio nuestro, en la muy errada creencia de que con ello se evitaba el sesgo de los fuertes intereses personales, grupales y corporativos allí representados; olvidando que precisamente del debate y concertación de tales intereses, se nutre la legitimidad.  Lo realmente importante es la estructura de la Junta; que en ella estén representados los más vitales segmentos y estratos de la sociedad.  Porque el debate libre y concertado de cada quien defendiendo egoístamente «lo suyo», cumple el bien común.  No el unificado compromiso que supone la afiliación burocrática.  Las anteriores razones nos inclinan al mantenimiento del statu quo honorífico y a la razonable ampliación de la membresía de la Junta Monetaria para dar cabida a una representación más actualizada del emergente liderazgo social del país.

Lo razonable e incuestionable sería la asignación a cada miembro, de un estipendio por sesión, a la altura de la dignidad de la función ejercida, para cubrir gastos de dieta, viáticos y lucro cesante.

La Gobernación del Banco Central debe tener la capacidad, la experiencia, el prestigio, el reconocimiento público, y la gallardía que evidentemente todos reconocemos en el Gobernador actual; ?y de las que en forma absoluta, lamentablemente careció el anterior? para evitar con el mayor empeño y denuedo, que la maligna larva de la política partidista y su consecuente particularismo puedan volver a minar esa institución que es indiscutiblemente el termómetro clínico de la salud económica de la República.

Todos hemos vivido la horrenda y criminógena pesadilla de la corrupción política que la cómplice y ambiciosa obsecuencia de un gobernador entronizó en esa nuestra más importante institución pública, para convertirla en antro de conspiración y latrocinio en beneficio del más espurio particularismo y en perjuicio del bienestar, la estabilidad y el disfrute de la soberanía en el presente y el futuro de la Nación Dominicana.

Para quienes cual nosotros en su trayectoria como servidores públicos por alguna razón, y con mayor o menor jerarquía, han tenido la suerte de participar en la historia del Banco Central, es materia de honor reconocer que en la etapa de vida democrática en nuestro país, el Banco vivió su mayor momento de gloria en la prolongada Gobernación de Diógenes Fernández.

El, fue mentor y propiciador de la formación y el desarrollo de mucho talento dominicano en la economía y las finanzas; visionario fundador de varias instituciones que consideró un prerrequisito del desarrollo económico del país, quien tuvo además la habilidad de ganarse el respeto de los gobernantes, debido a su sobria seriedad, silenciosos carácter y  honorabilidad, incuestionable honradez, e incansable capacidad de trabajo.  Esas virtudes le permitieron la inflexibilidad de jamás permitir que la política contaminase su Banco Central.

Nuestra incumplida deuda de gratitud con este cabal servidor dominicano, nos sitúa hoy al borde de la ingratitud. Hasta que honremos su memoria con una sobria tarja adosada a su busto y que diga simplemente: «A Diógenes Fernández, quien transitó por este banco enalteciéndolo».

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