El ser humano necesita y anhela vivir en comunidad, somos diseñados para sentir el calor del grupo, para estar en comunicación con los demás; sin embargo, al mismo tiempo notamos y creamos una distancia que nos separa y funciona como una protección a los temores, inseguridades y ansiedades que cargamos de nuestra infancia y no sabemos o mejor dicho no queremos trabajar esas inseguridades y temores.
En estos días visité un mercado con muchas variedades de productos y con excelente diversidad de comida y bebidas. Dicho mercado es muy bello, limpio, acogedor, es un espacio con un matiz bohemio y bien hecho. El lugar es precioso, acogedor, con comida cacera y de mucha calidad; noté que las personas entraban con un deseo de estar y solo estar en ese lugar, te miraban y sonreían. En dicho mercado los clientes éramos étnicamente muy diversos. Algo que yo pude notar es que las personas venían para disfrutar la sinergia que produce un grupo de personas de forma natural. El lenguaje corporal y sus movimientos me decían que cada persona en ese lugar buscaba algo, no solo comida. Los movimientos kinésicos me decía que realmente somos seres humanos en busca de dignidad, respeto y amor; queremos ser valorados.
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En el mercado estábamos juntos pero distantes; el temor de ser rechazados, abusados, esquivados, ignorados y burlados era real. Que dualidad, llegamos a un lugar para construir redes de amistad y al mismo tiempo ponemos muros y aguijones emocionales que generan distancia y desconfianza. Ese fenómeno, esa dualidad también la podemos observar en otros espacios; en la política, en el trabajo, en una boda, en los eventos eclesiásticos, en los conciertos de música y en toda manifestación social de las cuales somos protagonistas.
Estamos juntos en muchas áreas, pero también distantes en esas mismas áreas, es como una contradicción anormal y no deseada. Estamos juntos en la política, queremos transformar el país, todos tenemos un discurso liberador, tenemos sueños, hasta el punto que arriesgamos la
vida por lo que creemos y por lo que hacemos, pero al mismo tiempo estamos separados, nos da miedo juntarnos, compartir los sueños, queremos ser los primeros, no compartimos las ideas que tenemos para que nadie triunfe, solo nosotros, solo yo, solo él tiene derecho a crecer y a transformar; a eso le llamó inseguridad y temor. Estamos juntos pero distantes.
Estamos juntos pero separados en la fe, competimos y tratamos de defender a Dios, como si El necesitara ser defendido por nosotros; nos mantenemos separados por temor, por orgullo y por arrogancia. El mundo está junto pero separado. Nos toca a nosotros hacer la diferencia, servir de conector, de enlace y romper con los temores que nos inhiben. Hoy lanzamos el reto de ser personas sanas, sin malicia y que cultivemos la cercanía social; esto no es fácil, debemos ser intencionales y persistentes. En una sociedad rota ser líder es reparar lo que está dañado. Podemos estar juntos y algo más allá de juntos.