Justicia

Justicia

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

¿Cómo se debe juzgar al Partido de la Liberación Dominicana y los integrantes de esa organización que llegaron al poder en chancletas, en 1996, que se mudaron del barrio marginado a urbanizaciones exclusivas, que ahora tienen hasta aviones particulares, lanchas de lujo, vehículos de superlujo, residencias en Miami, cuentas en paraísos fiscales, casas de verano en playas y montañas, vacaciones en playas de los mares del sur, hijos estudiando becados por el gobierno en centros universitarios de Estados Unidos y Europa?
¿Acaso es sensato olvidar, echar esas actuaciones desdorosas, criminales e ilegales al fondo del mar?

En la historia nacional hay ejemplos de gobiernos que corrompieron, dañaron, ejercieron el poder en beneficio de mandatarios y tutumpotes, todopoderosos, que se hicieron con las aduanas, que impusieron tributos injustos a los productores, pero sus días de gloria terminaron con Buenaventura Báez desacreditado para siempre; Ulises Heureaux, objeto de un magnicidio; Trujillo muerto en la calle, como merecía, por un comando suicida que liberó al país de 31 años de tiranía.

Sólo Trujillo y sus compañeros de abusos, robos, imposiciones, llegaron al poder con un plan muy claro: sacar la oligarquía del poder y sustituirla en lo político y en lo económico.

Se parecen, los propósitos y las ejecutorias, al quehacer del Partido de la Liberación Dominicana y la mayoría de sus más altos dirigentes quienes de oscuros profesionales crearon un aparato dirigido a la toma del poder y el ejercicio del gobierno para explotar el país en su beneficio, guardando las formas, como lo hizo Trujillo, en cuyos mandatos las acciones constitucionales y legales fueron escrupulosamente respetadas.

Para ello se hicieron de todo el poder, el verdadero Poder, el Judicial y el Congresual y desde, allí el Poder Ejecutivo se convirtió en una dictadura que dictaba lo que debían hacer, e hicieron los demás poderes del Estado.

El Partido de la Liberación Dominicana montó una verdadera dictadura constitucional para lo cual triquiñueleó, retorció, forzó, compró, amenazó legisladores, militares, funcionarios civiles, conquistó la buena pro de religiosos, corrompió, en procura de comprar silencio cómplice, de que los responsables lavaran sus culpas mirando hacia el otro lado y escuchando con un solo oído.

Una nube de corrupción mafiosa se apoderó de buena parte de los dirigentes quienes comenzaron a disfrutar de lo que normalmente se llaman “las mieles el poder”, dinero sobrancero, vehículos de lujo, casas y apartamentos diferentes a las viviendas de las cuales salieron, almuerzos y cenas en restaurantes de lujo a los cuales nunca tuvieron acceso, divorcios para cambiar las esposas que los acompañaron en la escalera hacia el triunfo por jovencitas.

Nos han estrujado en las caras ese bienestar fruto de robar al pueblo lo que correspondía a educación, salud y desarrollo.

¿Y los vamos a dejar así?

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