Al final de la película El planeta de los simios cuando el protagonista logra llegar a una playa inmensa ve, a lo lejos, la mano de la Estatua de la Libertad, se tira al suelo, golpea la arena y grita: ¡Lo lograron, lo lograron!
Significa que fue tanto el instrumento de destrucción y dominación que creó el ser humano que logró destruir la humanidad y que, fruto de ello, surgió una civilización donde los monos eran los jefes y los humanos los esclavos.
En el siglo pasado la sociedad dominicana cambió su modelo de desarrollo educativo, de ejercicio de las buenas costumbres, de respeto y defensa de los principios fundamentales, por ello hoy sabemos que el cuánto tienes, tanto vales llegó para quedarse.
¡Ay de la sociedad que cambia los principios por el brillo del oro!
¿Quién se atreve, con razón, a afirmar que moralmente estamos mejor?
¿Qué instancia de poder puede arrojar la primera piedra, sin que lluevan sobre su techo tantas que si no la destruyen la tambalean?
¿Quién o quiénes escaparon de la fiebre del oro mal habido, quiénes resistieron la tentación de aceptar lo inaceptable durante los gobiernos de Trujillo y Balaguer?
¿Quién o quiénes actúan con tal rectitud que pueden servir de ejemplo a la sociedad?
Para mí que ningún colectivo de hoy es ejemplo de rectitud, disciplina, respeto a los de derechos, sin ambiciones malsanas, sin envidia
El primer poder moral de una nación debe ser la institución judicial que administra las leyes que la República pone en sus manos, para que el equilibrio de su aplicación sea la garantía de la paz.
El Poder Judicial debe ser ejercido por personas que tengan equilibrio y entereza para juzgar con el sólo temor de ser injustos.
Desde la creación del Consejo de la Magistratura se han dado pasos aparentes para mejorar la administración de las leyes, pero hay demasiado fallas como para que el Poder Judicial merezca los elogios que, con frecuencia, exageran la realidad.
Fui la primera persona que públicamente rechazó las mendaces acusaciones del Gobierno contra el doctor Salvador Jorge Blanco.
Escribí, fui a la televisión, a la radio y donde quiera que tuve la oportunidad levanté la voz en demanda de justicia.
A Miledy de Cabral, en su programa televisado, le aclaré que no defendía al doctor Jorge Blanco, que me defendía yo.
-Pero- me dijo usted no es acusado de nada-
Felizmente le respondí, imagine si al doctor Jorge Blanco, quien acaba de entregar la Presidencia de la República lo encarcelan por causas puramente políticas ¿qué pasaría si el poder del Presidente de la República apunta contra mí o contra cualquier ciudadano del común?
Nadie, ninguna instancia del Poder Judicial fue capaz de hacer justicia con el ciudadano dominicano Ramiro Domínguez quien pasó 24 años presos sin expediente.
¡Qué viva la reforma judicial! la que está pendiente, por supuesto.