Justicia lenta, mala y cara; juristerapia

Justicia lenta, mala y cara; juristerapia

JUAN D. COTES MORALES
Recientemente, el señor presidente de la Suprema Corte de Justicia reiteró que «la justicia dominicana es lenta, mala y cara, igual que en muchos países de América». Siempre lo ha sido para los que son menos iguales que los demás. Pero, lo doloroso, cruel y desgarrador es que lo diga como una denuncia que debe ser conocida por todos, precisamente quien desde hace ocho años maneja la reforma de ese poder del Estado con el más rigoroso jurisdespotismo y autarquía institucional, económica y emocional, que ha hecho devenir al Poder Judicial que dirige esta Suprema Corte de Justicia en un poder con autoridad vinculante, exactamente como el descrito en el principio de Peter o en las saudades de Absalón, según el segundo libro de Samuel.

La tal declaración del presidente de la Suprema Corte de Justicia parece ser una atrición forzada que debe obligar a los demás miembros del más alto tribunal a explorar su particular y especialísima íntima convicción y decidir si lo dicho por el magistrado Subero Isa es la escarapela de todos, o por el contrario, es la miasma cernida que les debe obligar a tocar el fondo de las incapacidades, obsolescencias y falta de motivos para agredir impunemente a una sociedad que reclama justicia.

Pensar como llevo dicho y escribir estas líneas se lo debo al doctor Julio Hazim, quien en una ocasión, alarmado por la designación de dos legisladores para integrar el Consejo Nacional de la Magistratura, dio riendas sueltas al enorme caudal de su buena fe y mejor disposición para alabar las virtudes de la Suprema Corte de Justicia y muy particular y señaladamente las prendas morales de los muy ilustrados magistrados y magistradas que la integran.

Según el buen decir del doctor Hazim el único pecado o falta de sindéresis del Tribunal Supremo fue designar jueces a muchos jóvenes filisteos infatuados e incapacitados que ni siquiera ellos mismos se creen que son realmente honorables magistrados que ocupan los puestos de mucha gente probada y honrada que fue destituida inmerecidamente.

El periódico El Nacional, de fecha 5 de abril del 2005, en el Radar de su página dos, dice lo siguiente: «El presidente de la Suprema Corte de Justicia, doctor Jorge Subero Isa, ha vuelto a escrutar las angustiosas debilidades de los tribunales, pero sin el aliento de esa acción concreta que desde hace tiempo espera la opinión pública. Que la justicia es lenta y cara, como la describió Subero Isa, es un axioma que se completaría a la perfección con el vocablo ineficiente. Con su jerarquía el magistrado ha debido romper esa estructura jurídica que dificulta una justicia responsable, independiente y competente. Es inconcebible que los grandes expedientes duerman una suerte de sueño eterno en los tribunales porque los magistrados no se atrevan a tocarlos. Sin embargo, se actúa con una celeridad espantosa cuando los procesados son infelices sin dolientes para ventilar sus casos a través de los medios de comunicación. El doctor Subero Isa tiene ya que intervenir con acciones concretas para superar las debilidades que aquejan el aparato judicial».

Fue Nietzsche quien dijo: «¡Que ya no reine el juez, sino el Creador con su Misericordia!». Y a propósito de misericordia, William Shakespeare (1564-1616) en El Mercader de Venecia dice lo siguiente: «La cualidad de la clemencia no se ha de forzar;/ cae como la suave lluvia del cielo,/ sobre el lugar que tiene debajo./ Es una doble bendición:/ bendice a quien la otorga y a quien la recibe;/ más poderosa que lo más poderoso, favorece al monarca más que su corona:/ su cetro simboliza la fuerza del poder temporal,/ el atributo de respeto y majestad, donde se asienta el temor a los reyes;/ pero por encima del poder del cetro se encuentra la clemencia,/ entronizada en el corazón de los reyes está,/ es un atributo del propio Dios; y cuando la clemencia sazona la justicia el poder terrenal al de Dios se parece».

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