Justicia y equidad

Justicia y equidad

Hablar de justicia es entender que debe dársele a cada uno lo que le corresponde. Es lo que debemos hacer según la igualdad, el derecho y la razón.

Equidad es imparcialidad y equilibrio.

Aplicar justicia exige leyes justas y jueces que apliquen la misma en equidad.

Con esta verdad, contrasta el hecho de que, tanto los legisladores como los jueces son pasibles de ser influenciados por su íntima convicción, viciada por sus intereses, emociones y sentimientos, al momento de elaborar y de establecer las normas que rigen nuestra sociedad, y al dirimir conflictos.

Únicamente partiendo de una Palabra que no varía, que permanece para siempre, que crea vida cuando es declarada, que es viva y eficaz, se podrá aplicar justicia en una nación.

Es la Palabra de Dios que hace al hombre perfecto. Es el estatuto divino que establece justos juicios. Son los mandamientos del Señor los que hacen aborrecer el camino de mentira y son rectos acerca de todas las cosas.

Es la exposición de la Palabra de Dios la que imparte luz porque sus mandamientos son verdad y para siempre han sido fundados.

Sólo la Escritura es lámpara a nuestros pies y luz para la toma de decisiones.

Si queremos una nación que tenga paz, por todos lados, y que sea prosperada, de manera integral, quienes conforman los poderes del Estado deben ejercer sus funciones en el temor de Dios, teniendo como cimiento la infalibilidad de sus normas y preceptos.

 

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