Justificada preocupación del Cardenal López Rodríguez

Justificada preocupación del Cardenal López Rodríguez

Tiene muchísima razón el Cardenal López Rodríguez al manifestar preocupación por la degradación moral de la sociedad dominicana, porque lo que está ocurriendo en todos los entornos, en los públicos y en los privados, en lo que se publica y lo que se calla, es verdaderamente escandaloso y pone a cualquiera a pensar en el triste destino de una sociedad, que además de merecer mejor suerte, requiere urgentes y dramáticos correctivos de fondo, capaces de influir en las conductas populares, que no son sino un reflejo de lo que perciben de las cúpulas dominantes.

Difícilmente pueda usted encontrar otra columna que haya reclamado mayor atención a los daños morales que se le causa a la sociedad, que ésta. Lo que percibimos, escuchamos o vemos, son los efectos de las causas que producen y provocan ese deterioro, desde la cabeza, desde los liderazgos, desde las esferas de poder, ya sea político o de cualquier otra índole.

Porque casi nunca la correlación entre causa y efecto se producen de abajo hacia arriba, sino todo lo contrario, cuando las bases sociales pierden la fe en los que los dirigen, en los que están supuestos a orientarlos. Cuando los pueblos ven cómo se mete a todo el mundo, ya sean de buenas y sanas conductas o de sinvergüenzas en el mismo saco. Cuando la sociedad no cuenta con mecanismos que sean capaces de separar las frutos buenos de las malezas.

Ahí es donde comienzan a crearse los malestares sociales que conducen a la incredulidad colectiva y a la perdida de fe en sus cabezas y por ende los induce a actuar libremente, cuando notan que éstas no diferencian entre una cosa y otra, sino que todo es igual y nadie es malo o bueno por sus acciones, sino por sus posesiones e influencias.

Desde hace tiempo el país vive en carne propia todas las andanzas, vagabunderías, traspiés, fechorías de personajes públicos y privados, políticos y de otras actividades y nada ocurre. Ni siquiera el 1% de ellos ha recibido alguna sanción moral, pero el resto continúa, no solo como si nada, sino además mimados de manera complaciente por gran parte de la cúpula nacional.

Ahí radica la causa principal del deterioro moral.

 No solo porque al país entran haitianos ilegalmente por la frontera o por la deportación de dominicanos desde Estados Unidos que no dejan de ser un problema que se añade al que ya de por si tenemos, sino a nuestro propio problema de lenidad y complacencia. A la ausencia de mecanismos que determinen claramente y sancionen las bellaquerías de todo tipo.

Los efectos conductuales que preocupan al Cardenal y a otros tienen sus causas y tenemos que buscarlas, pero no dándole jarabe a la sabana para curar la fiebre, sino dentro de nuestras propias estructuras sociales, especialmente sacudiendo los comportamientos de las cúpulas dirigentes, que con sus actuaciones confunden, desorientan y crean los malos ejemplos.

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