Vimos a don Justo por última vez, dormido en el reposo eterno, elegante e increíblemente joven. La inefable tristeza se unía al infinito agradecimiento porque él había dedicado su centenaria vida al arte y a los artistas dominicanos.
Quedaron pendientes las miríadas de cuentos y testimonios que han ilustrado una entrega absoluta. Ojalá una persona amiga haya recogido aquel tesoro de una memoria sin par…
Ahora bien, más allá de ese caudal de recuerdos, a Justo Liberato le apreciaban inmensamente por unas cualidades que difícilmente posee una sola persona, y lo creemos, ya no se encontrarán.
Él demostraba una gratitud sin límites por las oportunidades que le habían dado. No las consideraba una retribución de sus servicios, sino una prueba de gran generosidad y consideración.
Así, él recordaría para siempre a Rafael Díaz Niese, primer director general de Bellas Artes, y aquel nombramiento que iniciaría su larga carrera en la Galería Nacional, en exposiciones y bienales.
Agradecido don Justo, sí, pero a él hasta hoy le agradecen los artistas todavía vivos. Y reinó una amistad, una confianza, una fe, aun históricas, como la de Jaime Colson, la de Darío Suro, la de Guillo Pérez, y la de tantos maestros que entonces eran jóvenes pintores.
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Memorias
Lo necesitaban para montar, promover y hasta curar sus obras – tal vez fue nuestro primer curador-, y no solamente en el país, sino internacionalmente, Puerto Rico, Venezuela, España donde Tony Prats-Ventós, en Madrid , le hizo montar sus esculturas.
La entrega de Justo Liberato no se limitó a Bellas Artes y a la Galería (Museo) de Arte Moderno, siendo casi su administrador. Podríamos pensar que no pocas instituciones de arte celebraron cuando le pensionaron en el sector oficial…
Así, tendrían estos sitiales privados del arte, los méritos, los conocimientos, la eficiencia de don Justo… El Concurso Eduardo León Jimenes –del cual fue guardián, consejero y museógrafo- desde su creación-, Altos de Chavón –cuya galería él prácticamente inauguró con Guillo y Cándido –, el Museo Bellapart – él le prodigó consejos para sus exposiciones-.
En cuanto al Banco Popular Dominicano y su excepcional patrimonio artístico, fue una dedicación insuperable de lustros… Creemos que todavía él conservaba allí su oficina –casi sagrada- de conservador y asesor.
No solamente los artistas –de varias generaciones y orígenes- le querían, sino los gestores institucionales, los coleccionistas, los historiadores, los críticos de arte, los periodistas…
Adrede no citamos nombres, que brotarían por decenas. Ojalá el mundo de la cultura rinda a Justo Liberato homenaje a su memoria, a su amor por el arte y los artistas. ¡Requiescat in pace, nuestro querido don Justo!