Juventud en la red

Juventud en la red

Al dramaturgo alemán Bertolt Brecht, alimentado en su adolescencia con la Primera Guerra Mundial, se le atribuye la siguiente expresión: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores.

Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida; esos son los imprescindibles”. Los pueblos americanos y europeos del siglo XXI presentan un común denominador caracterizado por los rápidos cambios que se registran en el seno de su estructura social.

Así como la imprenta de Gutenberg  multiplicó de modo infinito las biblias en Alemania, Inglaterra y otras urbes vecinas, de manera parecida ha venido a ocurrir con la telefonía y más recientemente con las comunicaciones a través de internet. Las informaciones en doble vía transitan a la velocidad del rayo por canales de banda ancha permitiendo transmitir datos que incluyen imágenes con voz en tiempo real desde cualquier latitud del globo terráqueo. Hasta hace poco los medios impresos y televisivos tenían el monopolio de la noticia.

La gente se enteraba sobre determinados acontecimientos luego de que fueran filtrados y editados selectivamente a conveniencia de los intereses de los dueños de esas empresas mediáticas. Ahora con un pequeño teléfono inteligente podemos filmar un suceso y de inmediato insertarlo en la internet. Instantáneamente lo subimos a la plataforma de You Tube, o de Facebook, para mencionar solo dos de las tantas opciones existentes. Así pues, de la noche a la mañana nos convertimos en reporteros del mundo, prácticamente sin restricciones serias.

Unas décadas atrás esperábamos con ansiedad los noticieros radiales, televisivos o los periódicos impresos para enterarnos de cuanto acontecía; ahora con Twitter somos emisores y receptores, minuto a minuto, en un dialogo amistoso con el amigo, familiar o grupo. Ya la censura oficial resulta ineficiente y no puede impedir que la gente se comunique. Las organizaciones sociales interactúan, se pasan mensajes, se convocan, intercambian, analizan, comentan, opinan, o deciden sin que haya fuerza terrenal que lo evite.

Sintiendo el vértigo de la velocidad del tiempo me pregunto ¿cuánto durará esta fiebre comunicacional? Oigo a Joan Manuel Serrat que me susurra al oído: “Todo pasa y todo queda,/ pero lo nuestro es pasar,/ pasar haciendo caminos,/ caminos sobre la mar”.

El mundo de mañana lo están construyendo los jóvenes de hoy con su torrencial de energía que hace mover las aspas de las turbinas generadoras de la luminosa sociedad del futuro. Cien años después vuelven a resonar aquellos versos que inspiraron a nuestros antepasados desde el alma de Darío el gran Rubén: “Mas a pesar del tiempo terco,/ mi sed de amor no tiene fin;/ con el cabello gris, me acerco/ a los rosales del jardín./ Juventud, divino tesoro,/ ¡ya te vas para no volver!”

El teatro sigue abierto, no se baja el telón, desde una esquina del escenario  Bertolt arenga a esa juventud twittera: Hay hombres que luchan un día y son buenos… Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.

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