Juventud: propósitos y desafíos

Juventud: propósitos y desafíos

Ser joven es ser disidente con la mayoría de las cosas que están alrededor. No existe algo más frustrante que un joven conformista, pesimista sin energías y sin propósitos para cambiar su realidad y luchar por su propia existencia.

La misma condición biológica, sicosocial y sociocultural, le impone la búsqueda del colectivismo, el neofilismo y el antihistoricismo de vivir atrapado en el letargo de la aceptación de las normas que le trazan y le imponen.

La cultura de la prisa y el relativismo ético, más el hedonismo han condicionado el cerebro de miles de jóvenes a vivir por el placer y para el placer, para la cultura del goce y de las gratificaciones inmediatas: sexo, estimulantes sexuales, pornografía, drogas, confort y, por otra parte, apostar a la belleza, a través del narcisismo corporal, como forma de sentir la valoración y la aceptación social.

Asimilar estos nuevos postulados de la A a la Z es ser víctima de las condiciones socioeconómicas y socioculturales; sin ningún tipo de crítica, sin confrontación, sin empoderarse para responder conductualmente diferente a estos modelos del consumo y de la cultura del placer.

Sin embargo, la realidad objetiva es otra; más jóvenes sin empleo, sin oportunidad para el desarrollo social, excluidos y marginados viviendo niveles de pobreza extrema. Muchos son parte del microtráfico, la prostitución, la violencia organizada, el embarazo y las relaciones sexuales tempranas.

Demasiados jóvenes viven sin propósitos y sin motivación en el logro, con baja autoestima, pobre identidad y bajo autoconcepto, sencillamente, con muchos riesgos sicosociales, y sin saber que hacer, ni donde acudir para aprender a salir bien, cuando las cosas salen mal.

Es deber de los jóvenes ser críticos, demandar de los políticos y de la sociedad civil los espacios que les faciliten el acceso al desarrollo social sostenible.

Deben ser protagonistas de su propio proyecto de vida. No aceptar como se conforman los adultos conformistas, relativizando sus valores y propósitos y, para colmo, sin resaca moral.

Un joven de músculo dormido y de cerebro drogado no sabrá responder a sus males y al de cientos de jóvenes generacionales que tienen las mismas carencias.

La sociedad de hoy necesita de jóvenes que participen en las escuelas, en las iglesias, en los partidos, en las universidades, en la sociedad, demandando por los daños presentes y futuros: por el agua, el medio ambiente, por una mejor educación, por salud, por una vida ética, decente y con valores.

No deben aceptar lo que ven, ni lo que leen sin ser críticos, ni consumir ni vivir sin saber qué desean, ni qué necesitan y, menos, caminar y existir sin descubrir sus propósitos.

La vida de hoy impone a los jóvenes ser resilientes, o sea, vivir con el riesgo, dentro del riesgo, sin llegar a ser parte del riesgo. Sencillamente, aprender a salir bien y saludables de la adversidad, del peligro y de los riesgos sicosociales.

Lo logran los que tienen propósitos saludables, los de sana autoestima, y los de inteligencia social; los que son críticos, disciplinados, coherentes y perseverantes en la búsqueda del logro y de la felicidad.

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