K’pan’K’lá

K’pan’K’lá

El lenguaje es un fenómeno complejo, como ha dicho Rafael Seco. Y es difícil, tanto en el habla como en la escritura. Nos lleva, sin darnos cuenta, a formulaciones equívocas. Uno podría “estar fundamentado” en manifestaciones que carecen de validez.

Todo estudiante debe ser bien orientado, tanto como emisor o como receptor del mensaje (oral o escrito), el emisor para la elaboración del contenido, como el receptor, para la decodificación del mensaje.

Pero este material, sobre todo oral, depende de aptitudes y oportunidades.

 Lo mismo desde otro ángulo: el código escrito. Se le solicita a un profesional la revisión de un proyecto de resolución para mejorar las vías cercanas a una de las ciudades más importantes del país.

El incumbente motiva su material en un considerando, que hablaba de una provincia del más alto nivel, se había convertido en un “antro” de progreso…

Sucede esto primero: por falta de lectura, aplicación; y segundo: por no estar orientado para acudir a un diccionario cada vez que tenga una duda o inseguridad.

Una carita hermosa, con mucha gracia para la interactuación en programa de TV, al momento de recibir a una invitada para esa noche (debo decir para esa fecha, pues el programa es repetición en la noche), recibe a la invitada:

¡Qué linda tú tá!

Tu- tá

Esta es una manifestación del código oral, que puede representar la capacidad o cuidado que al hablar pone el emisor.

Paralelamente, contamos con el código escrito, que aplica normas diferentes, pero, con cierto grado de aplicación que nos permita interactuar.

Don Miguel de Unamuno que tenía un concepto transcendente del idioma, en vacaciones de verano visitaba diferentes poblados de su país y recogía muchas experiencias. Le tomó mucho cariño a las Hurdes, provincia de Cáceres, a fuer de comprender que eran de los lugares más empobrecidos de la península. Husmeando por sus lugares, le sorprendió un letrero que decía:

K’PAN’K’LÁ

De primera intención no tuvo capacidad para entender ese “decorado”.

Habló con el ofertante y éste le explicó que el letrero estaba bien claro, y escrito en el mejor castellano:

“Cal para encalar». Pintar con cal, agregó:

El ser humano tiende a la aplicación de la ley del menor esfuerzo posible, no importa nivel social o nivel intelectual.

En Samaná escuché:

Pan de Batata.

Samaná tiene su propio “cantaíto”. Un aire confuso de interrogaciones.

Busqué aclaraciones. Le pregunté a una mañé que andaba conmigo.

-Es que quiere saber a dónde va aquella señora.

Y solté la lengua:

¿.- Y qué le importa eso a él?

Me respondió que esa es su esposa y se llama Tata:

P’an de Va Tata.

Conozco, aprecio y distingo a doña Zoraida Heredia viuda Suncar, ilustre educadora, apodada cariñosamente por nosotros como Malvina. Dama de estimación y respeto en todo el país y fuera de aquí. Estuve en una conferencia acerca del estado del habla de los dominicanos. Ella contó al finalizar, que un joven que procuraba a un compañero de estudios, habló desde la acera a la persona que estaba en el balcón donde se alojaba el compañero de estudios. El sitio es el lugar donde hoy se encuentra Plaza Lama, avenida Duarte, y preguntó:

– ¿Taco está ahí?

Y la señora le respondió.

-TAKO’ TA’KO TAO.

Y allí concluyó la conferencia, con aplausos y sonrisas.

Alguien dijo a mi lado.

-Señores, pero doña Zoraida no es fácil.

Entonces yo cerré:

-Y que siga así por mucho tiempo.

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