Bonaparte Gautreaux Piñeyro es un veterano periodista que ha compartido su ejercicio profesional con la política. Comenzó a hacer periodismo en los días difíciles del balaguerismo, en 1966. Es, además, un conocido escritor, articulista y autor de relatos y cuentos.
En la convulsionada y violenta etapa inicial que le tocó ejercer el oficio, Bonaparte Gautreaux Piñeyro y un grupo de esa generación de periodistas tenían vocación casi sacerdotal, motivaciones de servir al país, a la patria, a los sectores cuyas voces no eran escuchadas y respeto absoluto por los principios éticos y morales. Eran otros tiempos. El ejercicio periodístico honesto, serio, es un problema de motivación.
Las cosas son completamente diferentes en la actualidad, particularmente en lo referente al ejercicio periodístico en nuestro país. Gautreaux Piñeyro, Cabito para sus colegas y amigos cercanos, reflexiona y comenta: ahora tú observas a gente que montan programas de radio o de televisión, comienzan a servirle al infierno, al demonio, y al poco rato se convierten en un potentado económico, pero no en un potentado moral.
No es que todos los periodistas de la época eran honestos. Ser honrado no es cuestión de grupos. Antes, como ahora, habían bandidos, sinvergüenzas, gente que se le vendía al Gobierno, gente que recibieron un poco más allá de lo criminal. Había muchísimas vagabunderías. Pero era una minoría. Ahora los parámetros son diferentes. Es natural que eso ocurriera, porque nunca nada ha sido químicamente puro, asegura.
No es el caso exclusivo de periodistas porque hay médicos sinvergüenzas que hacen abortos y operan a personas sin necesidad; hay ingenieros que le sacan dos varillas a una columna aunque el Diablo se lleve a la gente que va vivir en una casa; hay muchos guardias que son unos asesinos; hay muchísimos policías que se inventan cosas para llevarse la gente presa, ¿entiendes? Los periodistas somos un reflejo de la sociedad en la que vivimos. Pero como dice un amigo, algunos somos más reflejo que otros.
Esa generación de periodistas a la que pertenece Gautreaux Piñeyro, y la subsiguiente que siguió las imborrables huellas de sus pasos, sentaron pautas en el ejercicio profesional y sirvieron de ejemplo a muchos jóvenes que posteriormente ingresaron a la Escuela de Periodismo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Lo que censura el veterano periodista y escritor es que muchos periodistas enganchados a políticos, quienes han amasado fortunas económicas ejerciendo el oficio, no son suficientemente honrados como para presentarse como voceros del Gobierno. Lo malo es hacerlo de manera falsa, subrepticia, clandestina, queriendo engañar a la humanidad. Eso es lo malo. No hay objetividad ni imparcialidad en ese tipo de ejercicio periodístico.
De hecho, según Gautreaux Piñeyro, ser vocero de un Gobierno no es malo, bochornoso o censurable, porque no se le puede prohibir al Gobierno, ni a la empresa privada, ni a los partidos políticos mayoritarios y minoritarios que tengan voceros.
Entonces, ¿cuál es la principal fortaleza moral de un periodista para tratar de ser objetivo, equilibrado, honesto, justo e imparcial? Mira, uno de los principios fundamentales para que el ser humano tenga una conducta adecuada son principios morales. Estos principios se los enseñan en el hogar, en la escuela y uno lo observa en el ejemplo de los mayores.
Como referencia cita los Diez Mandamientos. ¿Cómo tú honras a tus padres si eres un sinvergüenza o un ladrón, si tú eres un farsante que habla por boca de ganso a favor del Gobierno, ocultando que eres un asalariado del Gobierno para hacer determinadas tareas infames? Entonces, tú eres un sinvergüenza .
Se trata, según el autor de Cuentos del Abuelo Julio, de tratar de ser un periodista serio. Eso da muchísima lucha. Lo más fácil es hacer las cosas mal hechas y lo más difícil es hacer las cosas bien hechas. Es, como dice el refrán: O tó toro, o tó Vaca. O eres serio, o no eres serio, puntualiza.
Salarios de miseria. Los medios de comunicación pagan una miseria a los periodistas a cambio de que puedan tener un espacio en la radio o la televisión. Con ese salario de miseria, el periodista no puede estudiar, no puede investigar. De esa forma, el periodista se convierte en un machaca micrófono, en un machaca computadora.
En ocasiones los periodistas salen a la calle sin un centavo en los bolsillos a cubrir una actividad en la cual los millones andan volando como pájaros. Los periodistas ganan tres cheles.
¿Hay una relación vinculante entre el salario y la conducta de la persona? Fíjate bien, si en las Fuerzas Armadas, por citar un ejemplo, los guardias actuaran porque tienen dificultades económicas, no existiera el país. Imagínate a 50,000 hombres matando gente. Nos llevaría el mismísimo diablo.
Si los periodistas cometieran las barbaridades que se cometen en ocasiones y actuaran como grupo, no habría sociedad. Iríamos a la disolución.
Ejercicio periodístico
Gautreaux Piñeyro, quien nació en Sabana de Chavón, La Romana, en 1937, se inició como periodista en Radio Comercial, en 1966, junto a un grupo de intrépidos comunicadores, entre ellos Mela Nabarino, Eulalio Almonte Rubiera, Nelson Sánchez, Fremio Brea, Elsa Expósito, Héctor Amparo y alguien a quien recuerda como Federico, quien se fue a Estados Unidos y no retornó.
Eran tiempos difíciles, peligrosos. Fue el inicio de los gobiernos de 12 años del hoy extinto Joaquín Balaguer, matizados por la represión política, la barbarie y corrupción administrativa.
¿Alguna vez alguno de ustedes sintió miedo cuando salía a las calles a ejercer el oficio? Cabito Gautreaux contesta: Uno no puede tener miedo de vivir. Vivíamos persiguiendo objetivos muy finos, claros y firmes, muy patrióticos, en beneficio del bienestar social y humano. No se podía vivir con el temor de que en cualquier momento le daban dos balazos. No pensábamos en los riegos, sino en el servicio.
A mediados de 1970 dejó Noti Tiempo y pasó a ser Jefe de Redacción del matutino El Sol, que se elaboraba en Santo Domingo y se editaba en Santiago. Posteriormente, Cabito retornó a Radio Comercial. Después ingresó al vespertino El Nacional, primero como redactor y después como sub-jefe de Redacción y director de la revista ¡Ahora!. Allí permaneció hasta 1978. Al año siguiente retornó al tabloide, donde permaneció hasta 1998. Actualmente escribe la columna Atisbando. Ha dirigido varios programas de radio y televisión.
Nunca me he sentido orgulloso de lo que he hecho, pero sí satisfecho. Siento orgullo cuando llego a casa y le miro la cara a mi esposa, a mis hijos y no tengo que bajar la vista. Nunca he hecho nada malo.