Kawabata de Osaka

Kawabata de Osaka

JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ FERNÁNDEZ
Comienzo echando claridad en cuanto a este epígrafe de «Kawabata de Osaka».
En verdad, he querido decir que voy a hablar del escritor japonés Yasunari Kawabata, que nació en la ciudad más grande del país del Sol Naciente, después de Tokio que es la capital. O sea la ciudad y puerto de Osaka, que se levanta en la isla llamada Hondo y a orillas del río nombrado Yodo.

De Yasunari Kawabata hay que referir que pasó por dolorosos trances familiares. Tuvo él una infancia plena de dolor, perdiendo a los tres años tanto a su padre como a su madre. Sus abuelos se hicieron cargo de su crianza y de la de una hermana de él; pero a los quince años quedó solo en el mundo, pues murieron por igual el abuelo, la abuela y la hermana.

Esas angustiosas impresiones lo sensibilizaron de manera extraordinaria. Lo que sin duda lo encaminó a escribir de modo lastimero su libro «Diario de dieciséis años». Después de publicación tan temprana se dedicó a realizar estudios universitarios y terminados éstos escribió y publicó su obra: «Las narraciones de un huérfano».

Kawabata había nacido en el 1899 lo que significa que al estallar la segunda conflagración universal en 1945, ya tenía cuarenta y seis años de edad.

En ese terrible período de aniquilamiento bélico, de visita en China le otorgaron como hombre de paz que era, uno de los más sobresalientes reconocimientos de esa nación. Nación que había tomado en cuenta sus narraciones tituladas «El gran maestro» y «El jardín abandonado».

Se afirma que la obra más conocida de este notable escritor de carácter universal, resulta «Yakiguni» término japonés que significa «País de nieve». El argumento de la obra «Yakiguni» exhala poesía y rezuma belleza. El protagonista es un caballero culto y muy rico de Tokio, gran apasionado de la música y aficionado al folklore oriental.

El rico e inteligente caballero de Tokio hace un viaje a un balneario que se esconde entre montañas casi todo el año cubiertas de nieve. En ese idílico lugar se adormece con la música de la naturaleza, se embebe con las notas que surgen de las montañas y con los cedros y el aire con olor a pino.

Ahí Kawabata con los hilos de su fantasía entreteje una leyenda de amor entre el hombre rico de nombre Sihmamura y una geisha o sea una cantante y bailarina de nombre Komako. del amor del hombre rico este es un fragmento: «Sumido por entonces en sus ensueños, sumido por entero y en los vapores de su imaginación se veía asimismo viajando por un mundo irreal, llevado hacia el gran vacío entero, fuera del tiempo y del espacio, por algún vehículo sobrenatural.

Sobre el fondo del ritmo monótono marcado por el ruido de las ruedas, poco a poco oyó la voz de la mujer de la que acababa de separarse».

Entonces el escritor con la magia de su pluma hace brotar la poesía y la belleza con auténtica maestría y presenta la hermosura maravillosa de la geisha Komako.

«La poesía está allí en la belleza de aquella voz, alta y vibrante, que rodaba como un eco entre la nieve y la noche y poseía un hechizo tan conmovedor que llenaba el corazón de tristeza».

Otros libros del escritor nacido en Osaka, dignos de mención, resultan: «Sembazuzu», «Una grulla en la taza de te» y «Yama no oto» o el retumbar de la montaña.

Aquí la memoria me obliga a evocar por el título del tercer libro «Yama no oto», al terrífico Almirante japonés que fue el jefe de operaciones en el Pacífico, cuando la Segunda Guerra Mundial. Resulta que el apellido del Almirante se parece al nombre del aludido libro. El Almirante ya lo calificamos de terrífico. Su nombre era Isoroku Yamamoto.

En verdad que hay cierto parecido entre (Yama no oto) y (Yamamoto).

De las últimas tres obras de Kawabata tenemos que afirmar que cuando las publicó en el 1948 ya era notablemente conocido por todo el mundo asiático. Y ello es que en sus escritos se empeña en lograr que sobresalga siempre el espíritu tradicional de su país. Además el desprecia notablemente todas las cosas que quieran perjudicar su país. Siendo por ello que experimenta una terrible angustia y se estremece de dolor cuando visita y contempla las ruinas de Nagasaki. Ruinas hijas de lo ocurrido el 9 de agosto de 1945.

Yasunari Kawabata de él mismo se permitió afirmar: «Siempre me he considerado a mí mismo como el viento y el agua… En mis primeros años perdí a mis padres, pero aún cobijo un rincón lleno de optimismo en mi carácter. Al igual que los niños siempre experimento fuerte curiosidad».

Al gran escritor en 1960 se le reconoció en Alemania, fue como una tremenda consagración que se le hizo cuando en la ciudad de Francfort del Maine se le colocó la medalla de Goethe.

Ocho años después, en Oslo la antigua Cristianía, la Academia de Suecia decidió otorgarle el ambicionado y codiciado Premio Nobel y declaró a favor del ilustre hijo de Japón que: «todo ocurría por su maestría narrativa y por la gran sensibilidad con que siempre ha sabido expresar la esencia del alma japonesa». El escritor nacido en Osaka en 1899 dejó de existir en Zushi en 1972. Sus obras fueron mezcla de realidad y de fantasía. El vivió sumido en una permanente reflexión entre el sufrimiento y la muerte.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas