Kelvin Naar, un mundo en blanco y negro

Kelvin Naar, un mundo en blanco y negro

Kelvin Naar es un fotógrafo que parte de la captación de una composición visual encontrada al azar de su mirada, enfocando la imagen al estilo de un pintor distribuyendo su espacio plástico dentro de la tela y del papel.
Todo, a través de un juego de luces y sombras que se manifiestan en blanco y negro con una relevancia muy precisa de los niveles de luz, ejecutada con mucha sensibilidad técnica y sicológica, lo que garantiza una vitalidad surgida del ambiente y de los cuerpos humanos y arquitecturas de objetos. Es indudablemente y escenarista que sabe convocar en la imagen los elementos visuales dialogantes. Recordamos una frase de Roland Barthes en una de sus clases advirtiendo…. Hay fotografías que superan la escritura, porque abren los secretos del alma…
Pues esto lo habíamos encontrado hace muchos años en los trabajos fotográficos de Pierre Verger a través de sus viajes y exploraciones por los mundos místicos de Africa y Oceanía.
En la exhibición Sincretismo, que Naar presenta en el Centro de la Imagen de la zona colonial, durante todo el mes de mayo, el fotógrafo celebra la convocatoria espiritual del salto de aguas de Saut D’eau, así mismo llamado en Haití y que convoca las celebraciones a la Virgen y a los loas de Haití. Acuden hombres y mujeres, de todas las clases sociales, de todas las generaciones y creencias, en un ritual de purificación de las aguas. El artista recoge en su cámara las expresiones humanas colectivas en individuales, de este baño de sanación que convoca el misterio de todo aquel y aquella que lleva en su interior el dolor, la enfermedad, el pecado y la oración con un recogimiento individual y colectivo.
El artista sabe enfocar la intensidad de expresiones humanas que convierten este escenario en un espacio teatral donde los cuerpos en su línea morfológica se fusionan con la caída de las aguas, para evidenciar en contraste el cono de dos piernas masculinas negras con el cono blanco de la boca del torrente de aguas inmaculadas… brazos, y piernas en el ritmo de las aguas.
En otras fotos de grupos, el gagá viene en primer plano componiendo un grupo humano unido en la rítmica de los tambores y fututos con las perlas del sonido de las aguas, detrás de los cuerpos humanos concentrados en una misma esperanza, la llegada del espíritu.
Es toda una teatralidad ritual, como lo fue la tragedia griega, un escenario de llamado de los mortales a los dioses, estos hacen parte del altar animista de África, y nuestro artista busca la plasticidad de cada situación del ceremonial.
El sincretismo de Naar es un lenguaje plástico y visual que ha encontrado en estos lugares espirituales, como otros fotógrafos lo han encontrado en las aguas del Gango en la India, en las aguas de Sainte Marie de la mer, para las procesiones de los gitanos el día de la Virgen.

Lo importante en esta exhibición es el sincretismo formal del objeto visual con la asociación compositiva del espacio vegetal, con el espacio acuático y con el sujeto humano, en una palabra sacar la plasticidad de los escenarios mágicos religiosos en el momento en que un salpicón, de agua de la sierra se eleva como un encaje y por poco toca el helecho cayendo de la tierra de arcilla. Estamos frente a una obra interpretativa por la asociación de mensajes visuales, pues también ese salpicón de agua puede funcionar en una poética inesperada obrando como el ala de un ángel recogido en su oración sobre las piedras mojadas.
El blanco nos viene del chorro de agua, de su lluvia de melena y del rosario de su energía vital que cada convocado recibe.

El trabajo sobre los cuerpos, ofrecen relieves y topologías de todos los efectos de la luz sobre la morfología humana femenina y masculina, buscando en ellas efectos de relieves donde el claro y el oscuro realzan el goteo, el chorreado, la pigmentación, para hacer con la piel humana una nueva materia cuya belleza se transforma en una comunión del blanco y del negro a través de la transparencia de una mujer enjabonada y entonces captar a través de los surcos, caminos y veredas de su tez negra todo el brillo de la purificación.
Con el negro Naar nos ofrece andamiajes carnales con una búsqueda muy eficiente de las formas. Así es como los cuerpos en sus masas de senos, caderas, vientres generosos y piernas valientes, parecen esculturas en piedra de basalto por el efecto compacto del negro sobre su mapa humano.
El enfoque sobre las expresiones del rostro, del asombro de miradas, de la posesión en el gesto son momentos que Kelvin Naar supo rescatar, en imagen, con delicada prudencia y respeto al llamado y a la llegada del loa.
El sincretismo visual está también muy presente en la relación a los objetos que conforman la celebración y el altar, el muñeco de plástico cuyos brazos y piernas a veces se dislocan, pertenecen a la simbología del mística, tomados en primer o segundo plano, representan una realidad encontrada, que sacada del conjunto ceremonial podrían asociarse a un discurso kitch independiente de su trascendencia ritual.
En las figuras de los muñecos, con ojos cristalinos lejanos, estremecidos entre sogas y trapos, salimos de la realidad geográfica para entrar en un mundo del olvido y del abandono del objeto, pero basta con un collar, para tener la señal del lugar protegido. En la serie de los muñecos, de los güiros y de las velas, identificamos todo el referente antropológico mágico del espacio, a veces con evidencias compartidas tanto en la santería como en el vaudou, así es con las botellas y con la estampas de santos principalmente San Santiago.
Naar demuestra en esta exposición, una alta sensibilidad de entrar en un espacio místico, sin dejarse llevar por la curiosidad de un voyeur… todo viene y llega a la cámara y resuena en el gatillo con la distancia de un artista que sabe ver con elegancia y prudencia. El conjunto de esta serie confirma un profesional que se maneja con duende.

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