Krugman, némesis de los neocons

Krugman, némesis de los neocons

El premio Nobel de Economía, oficialmente llamado “Premio Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel” fue creado en el año 1968 por el Banco Central de Suecia. Al cumplirse el cuadragésimo aniversario de su institución, este galardón correspondió al economista, profesor de la Universidad de Princeton y columnista del New York Times, Paul Krugman.

En los años recientes, Krugman atrajo la atención de muchos al destacarse como crítico implacable y certero del neoliberalismo y sus políticas dogmáticas. Este personaje ha venido pronosticando durante años la grave crisis económica que sufriría Estados Unidos merced a la errónea política desarrollada por la Administración de George W. Bush. Quien lo haya leído, no puede ahora alegar sorpresa ante el descalabro financiero que sufre esa nación

Cinco años atrás, en 2003, denunció en su libro The Great Unraveling (El Gran Desenredo) los daños que provocaría la política exterior y económica de los neocons. El año pasado, 2007, publicó otra interesante obra, Conscience of a Liberal, traducida al español bajo el inexplicable título “Después de Bush”. Con un estilo didáctico, Krugman introduce al lector en unas cuantas herejías de esas que los precursores acostumbran.

Dice que la política, no la economía, fue la que en realidad marcó el ritmo de los acontecimientos para el desarrollo de Estados Unidos. Luego del New Deal de Roosevelt, continuado con algunas variaciones por el demócrata Truman y el republicano Eisenhower, se produjo entonces una polarización política. A ésta, siguió una desigualdad económica creciente. El repentino aumento del abismo entre la opulencia y la pobreza fue provocado en gran medida por el socavamiento de las normas e instituciones sociales destinadas a fomentar la igualdad. Nixon y Reagan, llevaron a la gran nación americana por unos caminos que trataban de revivir la Edad Dorada previa al New Deal. Su futuro estaba en el pasado y la desigualdad entre los estadounidenses tenía que ser estimulada para beneficio de los grandes capitales.

Krugman describe en su reciente obra cómo el sector más conservador, cuando tomó las riendas del Estado, eliminó los controles sobre las inmensas fortunas. Describe cómo el dinero, más que cualquier política o ideología, representa el elemento que aglutina el movimiento neoconservador. Financiado desde sus inicios por un puñado de individuos enormemente ricos, alimentaron el retroceso social para obtener enormes beneficios como resultado de una injusticia económica mayor. Además, eliminaron los impuestos progresivos a la opulencia y fueron desmantelando gradualmente el estado del bienestar.

No en balde, Estados Unidos es la única sociedad avanzada que no garantiza la atención médica universal a sus ciudadanos. Es, asimismo, el único país desarrollado del mundo en el que un partido político mayoritario insiste en revocar el estado del bienestar para que sus masas depauperadas vivan el subdesarrollo dentro del Estado industrializado.

Dice el ganador del premio Nobel de Economía 2008, que la politización de todas las actividades fue una meta de ese movimiento neoconservador. Ésta, aparejada a su valoración de la lealtad partidaria por encima de todo principio, generó un ambiente de amiguismo y corrupción que ha acabado predominando sobre todas las acciones emprendidas por la Casa Blanca de Estados Unidos. Eso es lo que sucede, enfatiza Krugman, cuando el gobierno está en manos de un movimiento dedicado a emprender políticas contrarias a los intereses de las mayorías e intenta compensar su debilidad, recurriendo al engaño, a maniobras de distracción y a la distribución de prebendas entre sus acólitos.

Krugman concluye diciendo que el movimiento neo-conservador dejó de ocupar una posición marginal para convertirse en protagonista de la escena política estadounidense porque ha demostrado que puede ganar elecciones. Si bien la superioridad económica corresponde a los republicanos, el poder político les confiere también una posición de preeminencia a la hora de echar mano a los fondos del erario. Las elecciones han pasado a decidirse, no a favor de quien cuenta con mayor apoyo popular, sino de quien tiene mejores condiciones para manipularlas. La permanente posibilidad de fraude hace que se reduzcan notoriamente las posibilidades electorales de un programa político que refleje los auténticos intereses de la mayoría de la población.

Valdría la pena preguntar: ¿ha visitado Krugman a República Dominicana recientemente?

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