La “conveniocracia”  dominicana

La “conveniocracia”  dominicana

Cuando a partir del l961 se reabrió la participación  a través de partidos políticos,  medios de comunicación,  gremios estudiantiles, profesionales, sindicales, etcétera, en el país había muy poca tradición democrática; nos encontrábamos bajo los efectos revolucionarios que tuvieron escenario en Cuba; y   a pesar de la desaparición de Trujillo, las influencias de los que fueron sus colegas, asociados y vinculados permanecían igualitos, por lo que puede afirmarse que el proceso democrático se inició cargado de efectos especiales, que junto a otros todavía repercuten de forma confusa en las mentalidades de muchas personas que  han subido al escenario público o político con denominación democrática.

Apenas siete meses después del pueblo haberse dado un gobierno salido de las urnas, venciendo las resistencias de las dudas y del miedo que todavía imperaba sobre la mayoría, los militares  influenciados por los que podría llamarse oligarquía dominicana o empresarial, al margen de lo que hubiese hecho el gobierno americano,  troncharon el proceso, creando mucho más confusión en cuanto al ejercicio y la cultura democrática.

No hay que pasar por alto tampoco, que líderes dominicanos en momentos determinantes han puesto en dudas la eficacia del sistema democrático, lo que indudablemente influye y hasta martilla de cualquier forma dentro las mentes de militantes y hasta dirigentes de partidos y agrupaciones con  poca cultura democrática, creando lo que se podría definir como “Conveniocracia”, algo así como democracia  condicionada a lo que le convenga a cada uno, no importa si no cuentan con la mayoría, lo importante son  sus objetivos individuales.

No son pocas las  ocasiones que  el país ha sufrido   decepciones con las actuaciones de quienes han dirigido o adquirido el poder, impidiendo que se asimile el genuino  espíritu democrático y  persista en algunas personas y dirigentes ese aferramiento a negar un principio sin el cual no se puede hablar de democracia, que es el de aceptar los resultados mayoritarios aunque les sean adversos.

Lógico que ha habido “truchimanerías”, fraude o escarceos  en algunos casos, pero en realidad es penosa la situación en la que dirigentes con responsabilidad frente a la sociedad donde se desenvuelven, no acepten que otros puedan superarlos coyunturalmente en aceptación o simpatía. Personas que deben ser ejemplo de democracia son incapaces de admitir con elegancia y valentía los veredictos populares cuando les son adversos; entonces salen a relucir las deformaciones producto de  la poca formación política o la confusión de conceptos, queriéndose colocar por encima de los procesos y de las organizaciones, dándole paso a su “Conveniocracia”.

Nuestra cúpula dirigencial política  que todavía se puede llamar joven, tiene una gran responsabilidad  frente al presente y  el futuro, debiendo  hacer esfuerzos para que la capacitación democrática se incremente de manera acelerada, pero fundamentalmente creando una plataforma de acción frente a la sociedad incuestionablemente democrática y transparente, capaz de colocar a quienes  se nieguen a aceptar los veredictos, en un lugar donde la historia los recuerde como reductos de la deformación e intolerancia política.

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