¿La “cosa» está mala? ¡Pero se vende!

¿La “cosa» está mala? ¡Pero se vende!

JOSÉ BÁEZ GUERRERO
  Hace varios meses advertí que la oposición y algunos falsos amigos de gobierno se empeñarían en desacreditar uno de los puntos luminosos de la administración del Presidente Fernández: el excelente desempeño de la autoridad financiera y monetaria, cuyo resultado ha sido una baja inflación, estabilidad monetaria y el mantenimiento de adecuadas reservas en dólares. La incesante cháchara está funcionando. Alguna gente confundida ya no sabe ni qué creer.             

Pero resulta que los hechos desmienten esa malandria. En los últimos tres años, las ventas de automóviles nuevos se ha casi triplicado cada año, tras haber caído en 2004 en su punto más bajo.

La construcción y venta de viviendas nuevas está en un auge sin precedentes. Alguna gente se queja de que sólo los bancos ganan dinero, pero ¿cómo la gente consume tanto si la cosa está tan mala? La cuestión se complicó más porque durante la campaña interna del PLD no fueron sólo los perredeístas y sus economistas quienes se la pasaron gallareteando sobre cuán mala está la situación económica, sino que también fueron frecuentes los cuestionamientos o ataques de parte del grupo peledeísta opuesto a que el Presidente Fernández ejerza su legítimo derecho a optar por una re-elección.

El gobierno actual heredó una situación más que calamitosa, con una moneda híper devaluada (¿ya olvidamos que el dólar llegó a alrededor de RD$60 por US$1?), con una inflación en agosto del 2004 de más del 50% (¿ya olvidamos el pánico en los supermercados?), y con una fuga de ahorros que drenó al país de casi US$4,000 millones en pocos meses.

Aquella situación ha sido atribuida principalmente a la quiebra fraudulenta de tres bancos, y al manejo que el entonces presidente Hipólito Mejía dio a esa situación. Pero si bien el efecto de esa crisis fue terrible, lo que pasó en el país no se debió exclusivamente a ella. La desconfianza, la pérdida del respeto de la autoridad por la majestad presidencial y el desparpajo como estilo de gobernar fueron factores tan determinantes del desastre como la misma rajadura de los bancos.

Un economista habitualmente ligado al PRD, Carlos Despradel, recientemente describió ese período así: «La calidad de vida de la gran mayoría de los dominicanos se deterioró sensiblemente durante la crisis. Por ejemplo, debido a la altísima inflación y a la devaluación del peso, el salario real de los trabajadores disminuyó en un 15% en 2003 y volvió a caer en un 14.6% en 2004. Es decir, la capacidad de compra de los asalariados se deterioró en aproximadamente un 30% en esos años, lo que equivale a decir que el consumo de ese gran segmento de la población también disminuyó en una cantidad similar. Esta disminución en el consumo se evidencia cuando vemos que las importaciones de bienes de consumo (sin incluir el petróleo) se redujeron en un 24% en el 2003 y siguieron cayendo en los primeros nueve meses del 2004».

Y un análisis de la firma Grant Thornton publicado recientemente, nos recuerda que República Dominicana y Paraguay fueron los únicos países latinoamericanos en los que la pobreza aumentó entre 2002 y 2004. De hecho, la proporción de pobres creció un 50% y se duplicó el índice de miseria. Pero parece que queremos olvidar esas duras realidades…

Es una curiosidad política que el gobierno ha sido incapaz de resolver la permanente crisis eléctrica, pero los políticos de oposición no aprovechan ese tremendo talón de Aquiles para atacar al Presidente Fernández. Lo mencionan de pasada, como algunas oraciones de la misa, pero el énfasis está en tratar de desacreditar el excelente desempeño del Banco Central. Parecen creer que embarrando a las autoridades actuales borrarán sus propias recientes culpas.

«La cosa» no está tan buena como todos quisiéramos, y el deterioro de la situación política augura un año difícil. Pero sin caer en la justificación de los errores del presente culpando a los gobernantes anteriores, debemos mantener vivo el recuerdo de lo que todos sufrimos. No es una comparación ociosa, sino un reflejo que desbarata ilusiones y compromete a ser críticos, pero también racionales.

j.baez@codetel.net.do

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