La 241 es ley sin consecuencias

La 241 es ley sin consecuencias

A la hora de escribir este comentario ya había registrados muertos y lesionados por accidentes de tránsito en el tradicional éxodo de viajeros por todo el país con motivo de la Navidad. Paralelamente las autoridades han hecho el tradicional esfuerzo para tratar de reducir el número de percances viales. La falta de consecuencias en la aplicación de la ley obliga a toda esta aparatosidad, la hace casi imprescindible. De las propias autoridades hemos escuchado la queja de que algunas personas evaden el pago de decenas de multas por violaciones de tránsito, pero no hemos oído hablar de iniciativas para cobrar esas multas y que el cobro haga sentir la consecuencia por la violación cometida.

Se necesita lograr que el monto de las multas sea deducible de manera compulsiva en toda operación económica que realice el infractor, incluyendo la toma de un préstamo bancario o el cobro del salario. Que la evasión determine una inclusión automática en una de esas entidades que registran la solvencia crediticia de las personas. Que sacar la placa, el seguro, la revista o un acta de buena conducta no sea posible mientras se tenga pendiente el pago de una multa. Quizás parezca que exageramos la nota, pero es necesario que la gente multada por violar la luz roja, conducir bajo efectos del alcohol, o a exceso de velocidad, o que cometa cualquier otra infracción sienta automáticamente que su acto acarrea consecuencias ineludibles.

EL PESO DE UNA GRAN VERDAD

Como enviado del papa Francisco en nuestro país, monseñor Jude Thaddeus Okolo no podía menos que transmitir a los fieles dominicanos un mensaje que diera en el blanco de la realidad humana, de las causas que inducen al vicio, al crimen, a todo género de violencia social. Y no podía menos que hacerlo donde lo hizo, allí en Capotillo, donde la densidad de la pobreza y la exclusión determinan el incierto porvenir de muchos jóvenes.

La falta de oportunidades y la desigualdad social -ha dicho monseñor Okolo en apropiado escenario- es lo que provoca que muchos jóvenes sean víctimas de la delincuencia y terminen, a veces, la vida en prisión. En buen cristiano, eso significa que falta más acceso a la educación, trabajo, salud y a muchos otros bienes y dones de la modernidad que la balanza da a unos en abundancia mientras excluye con mezquindad a otros. Oportunidades, es la clave.

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