A partir del 16 de agosto venidero, comenzará una nueva etapa en la existencia histórica de la República Dominicana como nación libre, soberana y de conjetura de estado democrático. En virtud de esto, se obliga poner atención a las palabras de profeta Oseas, quien promulgó a nombre de Dios, diciendo: “Convertiré el valle de desastre en puerta (abertura) de esperanza”. (Oseas 2:15). El gobierno está, por tanto, obligado a tomar en cuenta esta promesa de origen divino y de necesidad social.
La puerta o abertura en este contexto, es en realidad una continuación en el trayecto de los esfuerzos, que de una forma u otra, se ha venido ejercitando durante los últimos años; sin embargo, se viene perpetrando con gran dificultad, debido a problemas de múltiples causas de origen natural, máculas de corrupciones gubernamentales, cadenas tradiciones de torpezas legislativas, sobre cargas económicas, distracciones por menudos conflictos, y por significativas tensiones por factores internas e internaciones…
Es conveniente y alentador, escuchar aquí y ahora, esta expresión de esperanza entre nosotros, y en todo el mundo. Esto es así, porque la situación que impera en todo el globo terrenal es similar a lo que sucedía cuando Oseas hablaba al pueblo de Israel, imputando que los actos que los seres humanos estaban cometiendo, eran intolerables a Dios y mortificantes para los seres creados por El, y que era necesario abrir una puerta de la esperanza.
En aquel entonces, el pueblo hebreo estaba como en un desierto de aridez espiritual, sobresalía la corrupción moral, la degradación humana, ausencia de empatía como fundamento esencial de las relaciones, que en vez de unidad hay separación, y por eso la gente se mantenía en continuo conflicto y guerra, como está pasando en ese momento de varias partes del mundo. Sin embargo, a pesar del estado deprimente en que se encontraba aquella gente; Dios quiso dar muestra de su misericordia, su ternura, su piedad y su amor, por los hombres y mujeres de esa nación. El benévolo Señor, puede hacerlo ahora en la isla Hispañola, en la llamada Tierra Santa y en otros contornos del mundo. Las autoridades gubernamentales están llamadas a esforzarse para abrir la ruta que conduce al bienestar de la sociedad dominicana, y la convivencia fraternal con los vecinos cercanos, y las naciones de las islas de la zona del Caribe, y más allá.
La República Dominicana tiene por delante, la oportunidad de ser un efectivo medio para abrir la “puerta de la esperanza” para muchos. Para eso, hay la necesidad de conseguir el concurso de las voluntades mancomunadas de modales éticos morales, de servidores eficientes en el gobierno, de dirigentes religiosos de verdadera vocación, de profesionales conscientes de sus compromisos facultativos, de hacer justicia apropiada, de obtener apoyo a las reformas empresariales, de encarar los desafíos ambientales, de concretar decisiones para alcanzar logros de eficiencias y transparencias, de empleados disciplinados, de estabilidad de paz, de calculada reforma fiscal , de seguridad ciudadana, y de experimentar modales metódicos no exagerados de los miembros de las fuerzas armadas y la policía; con estos atributos y características debidamente llevadas; la “abertura de la esperanza” beneficiará a toda la colectividad, y más también.