La abuelita devoradora de libros

La abuelita devoradora de libros

Doña Dalida Venecia Núñez viuda de Tavárez. Lee desde los primeros años de su vida, hoy día, por costumbre y deleite, un libro semanal. Este fin de semana concluye “Los entresijos del viento” de monseñor Freddy Bretón, Premio Nacional del Libro Eduardo León Jimenes 2020

Doña Dalida Venecia Núñez viuda Tavárez es una abuelita de 19 nietos y 10 biznietos, con una experiencia de vida inspiradora, y que, a sus 84 años de edad, no ha perdido el hábito de lectura, inculcado por su maestra de Historia de tercero de Primaria, grado al que solo pudo llegar, debido a las precariedades económicas en las que creció.

Hoy día, ya un poco más liberada, tras años de duros trabajos y sastisfecha de la labor cumplida como madre de 11 hijos, administra su tiempo entre seguir siendo una progenitora presente, las labores comunitarias, que realiza por más de 40 años en su iglesia, y cultivar su pasión: la lectura.

Doña Dalida es una abuelita culta, pese a no alcanzar méritos de estudios y profesionales, una devoradora de libros; por costumbre y gran deleite, lee uno semanal, es decir, cuatro al mes.¿Cuántos libros ha leído, en su larga vida? Sonríe y, haciendo uso orgánico de un léxico envidiable, confiesa no tener idea, pero, para sorpresa, sí recuerda el primero: uno de historia dominicana, que su querida maestra le prestó en recompensa por ser una esmerada estudiante. Ahí comenzó todo…

No pudo continuar sus estudios, además casó muy joven, a los 20 años, e inició su rol abnegado de madre a los 21.

En su natal comunidad de Martín García, municipio de Guayubín, provincia de Monte Cristi, donde siempre ha vivido, su larga prole nacía y crecía al compás de días fuertes de trabajo como agricultora, ama de casa, modista y dirigente comunitaria. Pese a todas estas obligaciones, siempre sacó tiempo para leer.

No tiene un género preferido, lee desde la Biblia hasta cualquier texto que le cae en las manos. “Por eso les digo a los jóvenes que no pierdan tiempo, porque yo no lo pierdo. En mi casa siempre tengo, en una mesita, el libro de turno; eso me llena de sastisfacción.
Uno de los últimos libros leídos habla de la fortaleza del alma, ‘esa soy yo”, enfatiza, haciendo referencia a “Ideario femenino” de Abigail Mejía. De inmediato inició “Tres heroínas y un tirano” de Miguel Aquino García, “El arte de la prudencia”, de Baltasar Gracián y ahora lee la novela “Los entresijos del viento”, del arzobispo metropolitano de Santiago, Freddy de Jesús Bretón, ganadora del “Premio Nacional del Libro Eduardo León Jimenes 2020”.

“Yo leo muy bien, con lentes y sin lentes, leer es mi pasión, leo porque como quise lograr elevados estudios y no pude, con la lectura aprendo”, dice.
Mi mamá fue una verdadera maestra. Esta encantadora abuelita tenía tan solo un año y diez meses cuando su madre, que era modista, quedó ciega. Sin embargo -narra- fue la maestra que la forjó para la vida.

Le enseñó por intuición e indicaciones las labores propias de la casa y el oficio de coser, con lo que sostuvo económicana a su familia, en apoyo al esposo.
“Ella me llevaba al río: me enseñó a lavar, planchar, a ser una modista y una mujer delicada. Como modista, lo primero que aprendí fue hacer brasier y pantaloncillos largos para niños y caballeros”, dijo.

Continúa narrando con gesto de admiración: “Cosía trajes para las jovencitas de la comunidad y las candidatas a los concursos de belleza que realizaban en las fiestas patronales. Cuando me di cuenta de todo lo que podía hacer, me dije: mi mamá fue una verdadera maestra, así ciega”.

Nos cuenta que la historia que recuerda de su madre fue muy hermosa y crítica a la vez. “Nos criamos muy pobres pero honrados”.

Su madre cegó a los 28 años, y cuando ella ya era ‘grandecita’ se convirtió en sus ojos, la guiaba montada en un burro desde Monte Cristi a Villa Los Almácigos, en Santiago Rodríguez, donde compraban las telas, hilos y productos alimenticios.

“Eso fue en la Era de Trujillo, eran caminos vecinales, y cuando llovía el burro se hundía en el lodo, la carga se caía y yo pequeñita tenía que sacarlo y levantar la mercancía”, dice mientras observaba a su hija Elis Tavárez, profesora de Literatura, quien la acompañó a nuestro encuentro.

Su gran sueño. A doña Dalida el motor por aprender y liderar siempre la empujó. Como no pudo seguir sus estudios, ya de adulta, anhelaba ser presidenta de Asamblea, con la humilde intención de aportar. Hizo varios cursos, los que pasó, y a sus 80 años lo logró.
Actualmente está al frente de los servicios sociales y religiosos que ejecuta la iglesia de su comunidad.

Además, fue presidenta del Club de Madres, donde jóvenes y adultas aprenden oficios como: repostería, cocina, floristería, artesanía y costura.

Los comunitarios le ofrecieron que fuera su alcaldesa pedánea, ella quería asumir el reto, pero familiares y amigos disuadieron. Su esposo Francisco Gabriel Tavárez, fallecido hace 15 años, fue alcalde pedáneo por 22 años.

Sus momentos más tristes. Al tocar este sensible punto, sus ojos vivaces se llenaron de lágrimas; una atmósfera de nostalgia nos embriagó a las tres.

“La pérdida de mi hijo y la de mi esposo”, dijo, queriendo buscar las palabras para abundar: “yo digo que el amor de madre es uno y el de esposa otro. Han sido los momentos más difíciles de mi vida”, manifestó mientras secaba sus lágrimas con una servilleta, que, al llegar, soltó para las fotos, tomadas por nuestra fotógrafa Arlenis Castillo.

Mayores alegrías. Entonces se le transformó el rostro. “Yo digo que mis hijos me han coronado como la atleta al final de la carrera”, expresó con una lucidez tremenda y el rostro ya sonreído.
“Es la honra de mis hijos, porque con su conducta ninguno me ha hecho llorar”, finaliza.

De la misma forma como doña Dalida heredó las habilidades para coser de su madre, Elis, su hija, heredó la pasión por la lectura.

Sus hermanos la llaman de forma jocosa “La devora”, por su afición a leer. Elis es maestra de Literatura y dirigió el Distrito Educativo 15-03 del Distrito Nacional, hasta hace poco. Su pasión es tan grande que motiva a sus estudiantes a escribir “Mi primer libro”, proyecto que desarrolló en el Colegio Serafín de Asís y donde cientos de jóvenes escribieron su primera obra.

Actualmente dirige el Círculo de Lectura Ángela Hérnandez, un encuentro virtual que realiza el primer sábado de cada mes con jóvenes de diferentes centros educativos.

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