Con una elegante cena, la Academia de Ciencias de República Dominicana, celebró su XXXVI aniversario en una solemne noche, cuando tuvimos la oportunidad y en nuestra condición de miembro directivo de la misma, de compartir con los colegas intelectuales que la forman y con los invitados de honor al evento.
En sus estudios sobre la sociología del intelectual, el notable sociólogo Edward Shils ha señalado que toda sociedad no importa cuan tradicional o desarrollada sea, tiene dentro de su seno un grupo de personas con una sensibilidad peculiar por lo sagrado, que muestran una gran preocupación por los grandes enigmas del hombre y del universo.
Este conjunto de individuos que pueden o no constituir una clase en el sentido sociológico de la palabra, son los cultivadores y transmisores de la herencia cultural de una sociedad, constituyéndose en los albaceas principales de las creaciones más excelsas del espíritu humano, así parte de esos hombres y mujeres del país estamos agrupados en ese respetable concilio, que es la Academia, en la que hemos sido designados Coordinador del Capítulo de Medicina, donde heredamos al Dr. Hugo Mendoza.
Deseo resaltar la fecunda labor realizada por la directiva que traspasaba su potestad esa noche, la cual fue presidida por el Dr. Nelson Moreno Ceballos, intelectual productivo, que ha sido respaldado por los cuatro miembros de la familia Silié que pertenecemos a la Academia. La directiva que él encabezó logró un adecuado nivel de posicionamiento científico y cultural en la sociedad dominicana, que en la actualidad nos representa ante la comunidad científica nacional e internacional como una institución modelo en la difusión, promoción, investigación y creación del conocimiento científico y tecnológico, epistemológico, filosófico y cultural; así como en la defensa de los intereses nacionales, la equidad y los derechos humanos.
Compartimos la mesa con los prestigiosos abogados, Héctor Dotel y Luis Scheker actual Vicepresidente de la Academia, lo disfrutamos en grande, refinada compañía, buen vino, exquisita cena, con música clásica de fondo. Mientras los tenores y sopranos interpretaban música de la navidad, quiero compartir con los amables lectores, dos efugios de mi espíritu esa noche de finezas. Primero, al escuchar el Adeste Fideles, del inglés John Wade, me trasporté en mis pensamientos a la catedral de San Marcos en Venecia, donde en razón del Congreso de Enfermedades Cerebrovasculares, a los neurólogos participantes nos ofrecieron un concierto de música gregoriana con el coro de la catedral en la ciudad de los canales. Mientras cavilaba volví a ver sus hermosos vitrales y en especial la Pala de Oro de la catedral, obra maestra de influencia bizantina en el Véneto; un retablo confeccionado en oro, que data del siglo X, considerada una de las obras de orfebrería más finas del mundo, y sentí con los arpegios musicales la misma sensación de ensoñación en aquella noche memorable. La otra gran evasión, fue al escuchar En el Portal de Belén de la autoría de Ramón Díaz. En mi infancia fuimos vecinos de la familia Díaz-Peralta, tengo tan gratos recuerdos de esos años, que volví a rememorar y oí a Don Ramón interpretar su obra con el oboe que practicaba todas las tardes. Le atañe un reto al Lic. Milcíades Mejía, nuestro nuevo Presidente, continuar con la consolidación y el cambio; bien sabemos que podrá.