POR MU-KIEN ADRIANA SANG
La primera vez que fui al local de la Academia Dominicana de la Historia, hace casi más de una década, me pareció un lugar inhóspito, abandonado, triste y lúgubre. Reflejaba el estado de sus miembros. Hombres ilustres y cultos cuyas vidas, a fuerza de vivir muchos años, se apagaba lentamente.
Durante los tres años que Roberto Cassá ostentó la posición de Presidente, el local comenzó a verse remozado. Las actividades desarrolladas le dieron un nuevo dinamismo. El historiador y amigo Roberto Cassá se dedicó a incentivar la investigación histórica y a sacar del marasmo y del olvido la Revista CLIO. Pero su mayor éxito fue la creación del Fondo Patrimonial de la Academia. Con los intereses que genera el fondo le ha permitido vivir, con limitaciones, a pesar de la baja asignación gubernamental. Terminó dejando un legado importante y sobre todo proyectando nuevos aires. Hace ya un año que se celebraron las nuevas elecciones. José Chez Checo, junto a Emilio Cordero, su Vicepresidente; Juan Daniel Balcácer, su secretario; Eugenio Pérez Montás y yo, vocal y tesorera, respectivamente, fue electo como nuevo Presidente del organismo.
Quien conoce a José se da cuenta que por sus venas corre un torrente inagotable de energía y dinamismo. Camina rápido porque debe llegar pronto al lugar, se mueve con nerviosismo; tanto es lo que quiere hacer en un segundo, que alza la voz y se atropella al hablar. Enfermo de la planificación, tiene organizada las actividades hasta el final de su mandato. La agenda azul marino que le regalé hace unos años, es su memoria escrita. Todo cuando acontece en su vida profesional y privada se encuentra plasmado allí. Pero quien desee averiguar lo que está escrito pierde su tiempo, pues solo José puede entenderla.
Amante del orden y de los símbolos, ha transformado el local de nuestro organismo. Al entrar al local, situado en la calle Mercedes hay un gran mural que anuncia las actividades de la Academia de los días por venir. Un calendario del mes se coloca a la izquierda del mural para recordar a los visitantes las conferencias, paneles, tertulias y discusiones que se producirán durante ese mes. Antes de subir las escaleras, una treintena de cuadros, serigrafías, reproducciones de cuadros alusivos de la historia dominicana, pintados por famosos pintores dominicanos. Estas serigrafías fueron obsequiadas por la Secretaría de las Fuerzas Armadas y están colocadas en el primer piso. Es su forma de anunciar al visitante, que esa es la casa donde sus miembros se preocupan por rescatar nuestra memoria histórica y sobre todo rescatar nuestra identidad. Al subir las escaleras te encuentras con el hermoso pensamiento que engalana este Encuentro. Al llegar al segundo piso te recibe el busto de Duarte. Si te vuelves a tu derecha encuentras una pared que anuncia a sus visitantes el aporte de sus Socios Protectores (las empresas que han hecho aportes financieros al Fondo Patrimonial). Nos anuncia con alegría que la historia tiene otros dolientes. Al caminar un poco más, una pequeña sala adornada con afiches históricos y la máscara funeraria de Oloff Palme espera por ti. Pero si deseas entrar a las oficinas, te espera la foto del gran Harry Hoetink, con la cual se inició la Galería de los historiadores extranjeros que se han dedicado a estudiar nuestra historia. ¿Serán estos detalles una simple forma estética? Un observador consciente diría que es una evidencia clara de trabajo tesonero.
El local de la academia es ahora un hervidero de actividades y cosas. Mis protestas son constantes. «¡Chez, no puedo asistir a tantas actividades! ¿Acaso se te olvida que tengo responsabilidades laborales?» Me contesta con energía, fuerza y decisión: «¡Participa en lo que puedas!» Cada semana hay una conferencia magistral sobre un tema de interés histórico. Al final de cada mes se celebra la tertulia histórica, bajo la coordinación de la Comandante en Jefe, Doña Vilma Benzo de Ferrer. Cada trimestre se organiza un seminario sobre historia regional, el más reciente se hizo en La Vega. En otras oportunidades se celebran seminarios co-auspiciados con otras instituciones. El Seminario sobre Máximo Gómez fue una de las actividades más exitosas. La semana pasada la Academia Dominicana de la Historia y la Biblioteca Nacional hicieron un gran evento sobre las Devastaciones de Osorio. La Revista CLIO ha seguido su ritmo acelerado de publicaciones, gracias al esfuerzo de Emilio Cordero Michel. Los historiadores extranjeros que visitan el país para hacer alguna investigación son invitados a visitarnos y ofrecer una conferencia. A veces, cuando recibo la programación mensual me agoto solo de leer las actividades que están en cartelera. Normalmente le pido a mi Secretaria que las ponga en mi agenda, y siempre me dice lo mismo «¿Mu-Kien, vas a ir a todas las actividades?» Le respondo también con la misma frase: «Iré a las que pueda».
Chez es el primero que llega y el último en irse en cada actividad.. Su sentido extremo de la responsabilidad lo ha llevado a asumir la Academia con una pasión tan grande que parecería que su vida dependería del éxito de la Academia. Las múltiples actividades han despertado el interés de la gente que ama la historia. A veces me sorprendo que charlas con temas tan remotos como Juana Saltitopa o la tenencia de la tierra en la época colonial, solo para mencionar algunos, cuenten con numeroso público.
Al ser testigo privilegiado de las actividades de la Academia, me convenzo, una vez más, que las instituciones crecen y se desarrollan, cuando tienen un alma que las ama y se sacrifica con ellas. Roberto Cassá y José Chez Checo, los dos últimos Presidentes de nuestro organismo, tienen el mérito de haber sacado a la Academia de su ostracismo. Su trabajo constante y decidido evitaron que muriera de inanición.
¡Gracias José, plimo / amigo/ hermano, por permitirme ser parte de esta experiencia! Perdona que no pueda yo seguir el ritmo de tu inagotable y contagiosa energía.