La adicción a la política

La adicción a la política

A la caída de la tiranía en 1961 el pueblo dominicano descubrió un tema, una afición, una pasión. Una emoción mejor que la pelota: la Política.

Si a contar vamos, no existe computadora en el mundo capaz de contabilizar las horas-hombre que hemos perdido haciendo caravaneos, bandereos, calentamientos  y otras cherchas, para dar rienda suelta a nuestra intratable adicción.

Es cierto que hay que distinguir entre ciencia política, teoría política y, quehacer o práctica de la política.

La ciencia política o politología es el estudio sistemático del gobierno, el origen y tipología de los sistemas políticos y sus diferentes formas de afrontar los problemas de los países y sus pueblos. Se sitúa entre las llamadas ciencias sociales como la antropología, la economía, la historia y la sociología.

La teoría política es una subdivisión de la ciencia política que tradicionalmente estudia las ideas de los filósofos de la política. Estos no solo estudian cómo funciona la política, sino, cómo debería funcionar la política.

Donde “la puerca retuerce el rabo” es en el terreno de la práctica política.

Aquí la gama es interminable. Entre blanco y negro, infinidad de tonalidades grises.

Si la política fuera un zoológico encontraríamos desde mansas y bien intencionadas palomas hasta hienas burlonas; sin dejar de toparnos con zorros marrulleros, macacos payasos, cambiantes camaleones, loros dicharacheros, osos haraganes y laboriosas hormiguitas. Haga usted su propia lista.

Una rápida mirada a la tipología de esta adicción pone al descubierto que se trata de individuos, femeninos o masculinos, pues el género poco importa, aunque predomina el masculino, pasan de los treinta años y que sufren un impulso incoercible de dominar a otros, pensar y tomar determinaciones por el otro. Este impulso de dominio les hace creer que saben mejor y más que uno mismo, cómo solucionar nuestros problemas y necesidades más íntimas. Esta debilidad intrínseca les obliga a hablar continuamente del gobierno y de la oposición. Pretenden saber más de las leyes que los mismos abogados y legisladores, por eso, el tema de turno en el Congreso Nacional es plato preferido de sus disquisiciones diarias. Su característica más notoria es creer que siempre tienen la razón.

Noten que todos los países tienen breves períodos para campañas proselitistas y todo el tiempo restante lo dedican a la producción y al trabajo, aquí no es así, vivimos en política todo el tiempo. Sin embargo,  cuando llega la campaña oficial es cuando el adicto encuentra su mayor aliciente. Trabajo, obligaciones familiares, negocios, salud, todo queda en un segundo plano. Es el frenesí de la adicción. Nada es más preciado para este adicto que su celular y su vehículo de campaña (en el cual hasta duerme). Ellos le mantienen con influencia en el grupo político.

De eso se trata la adicción a la política, la sed de poder, en términos más llanos agarrar el gobierno de la nación.

Lo que hace a esta adicción es precisamente eso, la vivencia de la agonía entre el éxito y la derrota.

No crea usted que estos adictos sólo se hacen daño a sí mismos, que son inocuos para la sociedad, pues pueden afectar a toda una nación por su acentuada cualidad de ganar adeptos, es decir, por su gran capacidad proselitista. En nuestro país han llegado al punto de hacernos creer que la política es la principal actividad de la ciudadanía. Nada más falso: la principal actividad de un país es la producción en todos los órdenes: Producción de bienes materiales, culturales, deportivos, y espirituales. Es la productividad la que hace que un país, un pueblo, una nación sean grandes y dignos. La política debería quedar como en un quinto lugar en las prioridades de un pueblo. No el primer y único lugar.

Los términos más socorridos en el lenguaje de estos individuos son, entre otros: arriba, abajo, fraude descomunal, candidato, exigimos, coyuntura, demandas, alianza, comité, cuartel, caravaneo, partido, movimiento, calentamiento, encuesta, extraordinaria, bandereo; líder; obviamente, entendemos, nosotros, actividad, cruzacalle, voto, urnas, operativo, asamblea, reunión, dirigente, pobres, ricos, afiches, propaganda, etcétera.

Su discurso se construye a base de unas cuarenta palabras y adolece de falta de creatividad, por lo que se ve obligado a ser repetitivo y aburrido.

Debemos tratar a estos adictos, antes que ellos, en su afán de poder,  acaben con todo el país.

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