La adolescencia

La adolescencia

KEDMAY T. KLINGER BALMASEDA
Para muchas personas la autoestima solamente depende de los logros y metas alcanzados, con independencia de las cualidades y peculiaridades de cada uno. Valorar la autoestima sólo por lo externo, a pesar de ser un punto de vista parcial, está cada vez más en boga: vales por lo que tienes, por lo que aparentas. No importa en realidad lo que eres.

Quizá por eso, con frecuencia, la autoestima aparece “sobreestimada”, y es cada vez más difícil de lograr.

En un ambiente así, son los adolescentes quienes -quizás- lo tienen más difícil, ya que por definición, no se conocen a sí mismos, y dependen de los valores que se les presentan para poder juzgar lo correcto o incorrecto de sus actuaciones.

Por esta razón, es que preciso recordar que es imposible descubrirse a sí mismo sin entrar en relación con los otros, sin comprobar cómo son esas otras personas y entonces llegar a compararse con lo que los demás esperan que sea. Pero aquí es que está el problema; esos otros, sus amigos, su “mundo”, su familia ¿de dónde sacan las ideas de cómo debe ser alguien “normal”? Definitivamente, de lo que se refleja en la opinión pública que, a grandes rasgos, está constituida por los valores que se cotizan en la familia, la escuela, la Iglesia y por supuesto, en los medios masivos de comunicación: televisión, cine, revistas, prensa, etc.

En todos los casos: hombres y mujeres, adultos y adolescentes, el valor de la imagen (primero el tipo, luego el rostro, luego el cuerpo), ha ido cobrando una importancia cada vez mayor en esta sociedad. La personalidad se percibe como un valor de segunda clase, la inteligencia como un rasgo menor, el ser responsable y buen trabajador -a veces-, puede incluso estar mal visto.

Todo esto arriesga a los adolescentes a enfrentarse con tres grandes peligros: en primer lugar la dificultad de lograr una autoestima adecuada, al pretender buscar solamente valores externos, físicos o superficiales; sin caer en cuenta de que la adolescencia es la etapa de los grandes ideales. En segundo lugar, al desconocer en qué aspectos fundamentan los demás su propia autoestima, pueden perder la posibilidad de buscar los valores que de verdad humanizan. Y, en último término, al vincular en exceso las características del propio género con aspectos superficiales o secundarios, provocaría que se corra el riesgo de caer en una crisis personal de identificación consigo mismo o misma.

Es por esto que se considera que la autoestima en la adolescencia es, en realidad, producto del autoconocimiento, valoración de las propias cualidades y consecuencia de haber encontrado un pasaje avivado hacia el que deba orientar los pasos. Y de caminar hacia la meta, esforzándose y luchando; hasta lograr que se valore el empeño y no solamente los resultados.

Por lo que surge, como vía de escape al modelo de potencia, el buscar caminos, muchas veces alienantes, alejados de espacios socialmente valorados como las aulas, los centros culturales, deportivos, y de esparcimiento. Es por lo que se considera como inaplazable, el fomentar programas de ocio alternativo, de forma que se diseñen e incentiven estrategias dogmáticas apropiadas y persistentes de comunicación comunitaria y juvenil.

En ese sentido, el complejo mapa que se dibuja bajo la etapa de la adolescencia, que adquiere nuevas y mayores dimensiones, podría comprenderse mejor si se abrieran espacios de diálogo entre los protagonistas. Espacios de comunicación, difusión y compromiso juvenil para evitar la suspicacia y los recelos, dado que ellos son los agentes más efectivos al momento de anticipar aquello que puede perjudicarlos, lastimarlos, y dañarlos.

klinger_psicología@yahoo.es

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