Por Luis Felipe Rosa Hernández
Asumiendo la nueva realidad de su existencia, muy diferente a la de sus comienzos, la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) está obligada a ponerse en sintonía con sus postulados y compromisos hacia las reformas y transformaciones que requiere el sistema educativo, con grandes limitaciones y deficiencias. Debe poner el oído en el corazón del pueblo y escuchar a todos los que claman por un cambio.
Debe reasumir, como tarea principal, su compromiso para que podamos tener una educación de avanzada, adecuada a los nuevos tiempos y al servicio de cambios que reclama la sociedad; una educación basada en las ciencias y el humanismo.
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Ese sindicato reivindicó al magisterio. Gracias a su existencia, goza de una aceptable condición de trabajo y de vida, por lo que deben asumir seriamente que la conquista del 4% para la educación fue para destinar estos recursos a mejorar y transformar nuestro obsoleto sistema educativo, buscando una mejor sociedad y un mejor país. No fue para convertirlo en una piñata, en la que, entre otros, participen desmedidamente nuestros queridos profesores.
Lo que esperamos del magisterio, por el contrario, es que ocupe la primera fila en la defensa del uso racional y transparente de esos recursos públicos, para que cada peso sea bien administrado y correctamente invertido a favor de la calidad de la educación de nuestros hijos y nietos, destinado a programas transformadores y en garantizar planteles apropiados, seguros e higiénicos, bajo sistemas de control y rendición de cuentas de las asignaciones mensuales que reciben para mantenimiento, los funcionarios y de los directores de distritos, de escuelas y liceos, fiscalizado por comités de padres, profesores y estudiantes.
La ADP debe autoexaminarse y poner freno a la anarquía y tendencia autonomista que se manifiesta en muchas de sus estructuras regionales, provinciales y municipales, cuyos dirigentes abusan de la conquista histórica de la inamovilidad sindical lograda con luchas.
A diferencia de las precarias condiciones en que operaba en sus inicios, hoy dispone de cuantiosos recursos, a los que debe dar un buen uso. Racionalizando sus programas de inversión debe comprometer más recursos en la formación y la orientación de sus dirigentes y afiliados, para que asuman un rol de calidad como actores comprometidos con un sistema de educación moderno, de auténtico contenido científico, social, y patriótico, al servicio del pueblo y la nación.
Tengo la calidad y el derecho de formular estas propuestas renovadoras porque aporté idea y nervio a su existencia siendo, por demás, cuando era René Benzán el autor, no reconocido, de su logo distintivo.