Eliana Ismenia Reyes tiene 27 años y una historia que la llevó a aparecer por primera vez en los medios de comunicación a los 14, cuando a causa de un butacazo propinado por un compañero perdió el ojo izquierdo. Mas, no las ganas de avanzar. Siguió los estudios pese a todas las adversidades y terminó el bachillerato.
Aunque por su condición de salud no ingresó a la universidad, a estudiar derecho, sí adquirió capacidades que le permitieran subsistir, sentirse útil y ser ejemplo de su hijo de siete años y de su hija de seis, su dulce inspiración, la que la llevó a abrir “Bocaditos del cielo by Eliana Reyes”.
De ese proyecto explica que es repostería en general y más que un negocio, lo ve como un impulso, un estímulo para mostrarse a sí misma que es posible. Variedades de azúcar y de sal, postres saludables y personalizados, picaderas, mesas de dulce, buffet y decoraciones en general, jugos…Amplio el servicio.
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Lo abrió en su casa, en 2020, a inicios de la pandemia, en el sector Brisas del Ozama, Santo Domingo Norte.
Allí, en el hogar trabaja ayudada por vecinas solidarias que le asisten. Les agradece el gesto.
Con la firmeza que la ha hecho crecer, asegura que recibe los pedidos en su vivienda pero que trabaja para conseguir un local, lo que define como un sueño y confía en que pronto lo verá cuajado en una apetecible realidad.
En cuanto a sus clientes, un objetivo central la ampara, brindar una experiencia única, individual, con productos dulces o salados, que traslade al cielo y enfatiza, que sea singular, que marque.
“Siempre me gustó la repostería y elaboraba postres para familiares y amigos. Al inicio del covid-19 surge la idea de vender frente a la casa donde vivía. Hacía bizcochos tradicionales dominicanos, como el cortado, los volcanes de piña o de guayaba, conconetes y postre y así empecé a recibir encargos de modo más constante”, expone.
Eliana proclama que ha progresado en sus técnicas, desarrollado más destrezas y adquirido mayor profesionalidad.
“Ya que nunca pude estudiar repostería de manera profesional , siempre digo que es un don que Dios me ha regalado”, manifiesta convencida de que esa mano de arriba es la primera que toca la materia prima que convierte en obra de arte, en belleza.
De niña quería ser repostera y abogada, pero la falta de oportunidades, de apoyo sicológico luego del accidente, la hicieron caer muchas veces y sanar sola y aún hay heridas y preguntas sin contestar, surgidas desde ese viernes 22 de noviembre de 2013.
“Esa tragedia apagó una parte de mi vida, de mis sueños. Era estudiante meritoria, tenía planeado qué estudiar, llena de sueños, de energía, indetenible. El accidente me frenó de golpe y tuve que poner en pausa todo para pasar por cirugías y acostumbrarme a vivir con un solo farol”, y avanza para vencer.