JOSÉ ALBERTO ORTIZ B.
El segundo mandato del reelecto Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, George W. Bush, en materia de política exterior, presenta un tono más diplomático y conciliador que el aspecto agresivo y guerrerista que caracterizó el primer período del segundo miembro de la familia Bush en asumir las riendas de la nación estadounidense. Durante la primera gestión de Bush fuimos testigos del ataque ilegal de los ejércitos norteamericano y británico a Irak, bajo el pretexto de evitar el uso de armas de destrucción masiva que nunca estuvieron en poder del régimen despótico de Saddam Hussein. La invasión occidental a Irak trajo como consecuencia la más seria tensión en la relación transatlántica de los Estados Unidos con la Unión Europea, colocándose Estados Unidos con esta posición en una línea de distanciamiento con respecto a Francia y Alemania, naciones que de por sí constituyen el motor de la Unión Europea.

Tras su victoria electoral en noviembre pasado y la designación de Condoleeza Rice como Secretaria de Estado, pronosticamos un cambio de rumbo en la política exterior de los Estados Unidos, ya que una profundización del curso conflictivo que estaba tomando la Administración Bush en sus relaciones internacionales podría provocar una división radical del mundo en países pro-Estados Unidos y anti-Estados Unidos, sin lugar para la moderación, conduciendo esto a una disolución a largo plazo de los bloques regionales. El tiempo nos ha dado la razón.

La primera acción de la nueva secretaria de Estado fue visitar la Unión Europea y el Medio Oriente, específicamente Israel y Palestina, en la víspera de la tregua acordada por ambas naciones con la mediación de Egipto y Jordania. La gira de la señorita Rice (nunca ha sido casada pese a que sobrepasa la edad de 50 años), pavimentó el camino para que el Presidente Bush viajara a la Unión Europea, logrando la reconciliación en Bruselas con el gobierno francés de Jacques Chirac y en la propia Alemania con el régimen social-demócrata de Gerhard Schroeder.

Vistos los resultados de la gira presidencial y la nueva dirección que ha tomado la relación de Estados Unidos con la Unión Europea, podríamos enumerar una serie de prioridades en materia de política exterior que caracterizarán la segunda gestión de Bush:

1. Afirmar la reconciliación lograda con Europa y sus principales actores, Francia y Alemania, trabajando en conjunto con ambos países para fortalecer el sistema multilateral.
2. Tras la reconciliación con Francia y Alemania, apoyar la gestión diplomática que estos países realizan conjuntamente con Gran Bretaña para lograr que Irán renuncie a su programa nuclear.
3. Consolidar la democracia más nueva del mundo, Irak, donde por primera vez las mayorías chiítas y kurdas ocupan la dirección del Estado. Ambos grupos fueron llevados al poder en las primeras elecciones celebradas en ese país.
4. Impulsar un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos, lo cual pondría punto final a un conflicto que se ha extendido por más de 50 años consecutivos.
5. Lograr que Corea del Norte vuelva a la mesa de negociaciones, desistiendo los norcoreanos de continuar desarrollando su programa de producción de armas nucleares.
6. Lograr que Siria retire sus tropas del Líbano y desista de influir en los procesos políticos de sus vecinos más pequeños.
7. Motivar a sus principales aliados del mundo árabe, Egipto y Arabia Saudita, para que realicen reformas políticas radicales.

Del tema comercial no comentaremos en esta ocasión. El aspecto del comercio internacional no fue tocado por Bush en su campaña electoral, ya que las prioridades de éste en sus relaciones con el Congreso estadounidense son la reforma del sistema de pensiones y del sistema impositivo. La no colocación del tema comercial en la lista de prioridades afectará la aprobación del DR-Cafta por parte del congreso estadounidense. ¿Cuándo llegará el día en que América Latina vuelva a ser prioridad para los gobernantes norteamericanos?