La agresión contra Andrea Bavestrello

La agresión contra Andrea Bavestrello

ÁNGELA PEÑA
Andrea Bavestrello, periodista española que reside en el país, aún no se repone de la terrible pesadilla: fue aterrorizada, insultada, físicamente agredida por el enfurecido conductor de una yipeta, tan valiente, caballeroso, cortés, afable y educado, que después de crearle pánico cerrándole el paso con su avasallante vehículo se bajó, introdujo sus manos al automóvil de la dama tomándola con furia por cuello y mandíbulas regalándole, galante, varios rudos golpes.

La hija de la comunicadora y una amiguita de diez años fueron presas del pavor al presenciar la grosera escena, motivada en la frustración que embargó al distinguido por no poder hacer un giro prohibido en la Tiradentes con Roberto Pastoriza. El espléndido señor iba delante de ella y cuando el semáforo dio verde decidió doblar a la izquierda, pese al impedimento. Cuenta Andrea que le tocó bocina para que permitiera a los demás carros continuar pero éste lo que hizo fue graficar la conocida ofensa que se indica con un dedo, en son de provocación y burla.

El tipo comprobó que la congestión imperante no le permitiría cometer la infracción y decidió dar reversa de manera amenazante contra el vehículo de Andrea, según narra la señora. Cuando ésta logró rebasarlo, respondió al agravio del sujeto diciéndole que era «un prepotente hijo de puta». «No alcanzó a ver un metro y el individuo adelanta su vehículo y tranca mi paso», añade. Luego vinieron los golpes, según el relato de Andrea.

Por suerte, aparecieron cinco policías que alejaron al bravucón, brindándole a Andrea su apoyo, calmándola, pues ellos habían visto lo sucedido. Apresaron al valentón que conminaba a los agentes: «¡Ella también tiene que ir presa!». Andrea da horas, direcciones, nombres y apellidos del agresor, número de placa y marca de su yipeta, describe sus gestos y alaridos, reproduce sus expresiones cuando ya estaban en el destacamento: «¡Los extranjeros van a tener que aprender a respetar a los dominicanos…», dice que gritaba el respetable varón mientras ella observaba, con sorpresa, que los cinco agentes que se habían ofrecido a atestiguar a su favor se retiraban cambiando el discurso: «La verdad es que no pudimos ver muy bien». Al poco rato de su llegada al recinto ya el agresor tenía numerosa compañía, contrario a Andrea que por carecer de celular debió esperar más de 45 minutos para que le facilitaran el teléfono.

Llegaron padrinos militares de ambas partes, hubo citaciones para comparecer al fiscal, abogados, intentos de conciliación. «Familiares y amigos del agresor me pidieron ‘resolver todo ahí’, mi respuesta fue que yo sólo aceptaría eso si él pedía disculpas a mi hija y a su amiga reconociendo que había actuado mal. Se negaron». A la mañana siguiente, un abogado amigo del intrépido atacante le aconsejó a Bavestrello: «Es mejor dejar eso hasta donde está, porque si pasa a otro grado tienes todas las de perder porque eres extranjera». El caso, agrega, fue evaluado por el fiscal y por la abogada del agresor como un hecho microscópico. Dijeron que la justicia dominicana se debía a cosas más importantes…».

La experiencia de Andrea Bavestrello deja lugar a múltiples reflexiones. Entran el estrés, la prisa, ira sin controlar, machismo, abuso, violencia contra la mujer, compadreo, enllavismo, influencia de poder, debilidad de la justicia, privilegio policial, desamparo de la ciudadanía pese a la cercanía de un contingente, desahogo de algún impulso reprimido tal vez por falta de valor. Supóngase que la reacción de Andrea molestara a ese Rocky criollo que sin reparar en el ultraje contra su prójimo, exigía respeto para sí mismo. Las palabras de Andrea, sin embargo, no justifican su salvaje agresión. Si el caballero es una persona de principio, hoy estará sintiéndose terriblemente avergonzado por su acción, aunque su condición de ‘super-macho-men’ le haya impedido disculparse.

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