La agresión de los cobardes

La agresión de los cobardes

POR  MARIEN ARISTY CAPITAN
Eran las ocho de la noche. Escuchaba los acordes de La Oreja de Van Gogh, tarareando la canción de turno mientras esperaba que el semáforo se pusiera en verde, cuando sentí un golpe en la parte trasera de mi vehículo. Impresionada ante la torpeza del conductor, salí a ver si mi automóvil había sufrido algún daño.

Al ver un par de raspones en el parachoques trasero, me acerqué a la ventanilla del que me había chocado y, para mi sorpresa, el hombre me invitó a marcharme con indudable violencia: “coja mi nombre, si quiere, pero quítese del medio”, me dijo mostrándome un carnet ilegible en el que sólo se leía la palabra “oficial”.

Asustada, chocada y amedrentada, me marché raudamente. Entonces, llorando mi impotencia, me pregunté: ¿en qué clase de país vivimos? ¿Cómo es posible que, a pesar de que estés en pleno derecho de reclamar, te agredan?

La agresión es el recurso de los cobardes, me dijo el lunes Luis Shécker, después de contarle lo que me pasó. Pensando en esa frase, horas después, me di cuenta que este país está lleno de cobardes. Y los dirigentes políticos, indudablemente, son el mejor ejemplo.

Vale pensar en el Seguro Familiar de Salud (SFS) para darnos cuenta de qué manera nos agreden aquellos que deberían defendernos y que no han tenido la valentía de reconocer que se han equivocado irremediablemente con un sistema que nos causará más problemas que beneficios.

La muestra más clara de la trampa que se esconde tras el sistema está en los servicios de emergencia, que no recibirá nadie que no pueda pagar el 20% de los gastos. “Uno de los aspectos más graves con que se enfrentará la gente es que tendrá que pagar el 20 por ciento de lo que gasten en la emergencia, es decir, la gente tendrá que pagar aunque se esté muriendo, dónde se había visto eso”, se preguntó el doctor Fulgencio Severino, experto en Seguridad Social y jefe de la emergencia de Cardiología del hospital Salvador B.Gautier, en una entrevista que le dio a la colega Altagracia Ortiz.

También resulta preocupante escuchar lo que el doctor Severino dijo acerca de los que tenemos seguros privados: tendremos que pagar por todo y, a causa de las cuotas moderadoras, no podremos usar mucho el seguro.

“Asimismo, la gente tendrá que renunciar al especialista que tengan, sea ginecólogo, cardiólogo, pediatra, otorrinolaringólogo y otros expertos. La cuota moderadora también será del 20 por ciento”. En casos de hospitalización, aclara, el asegurado pagará un 20%. ¿Los medicamentos ambulatorios? Habrá que pagar el 30% de ellos.

Respecto a los montos que nos cubrirán, el presidente del Colegio Médico, Enriquillo Matos, ofreció una cifra que mete miedo: el asegurado tendrá una cobertura sanitaria de tres mil pesos al año por servicios médicos y medicamentos, lo que implica que serán ocho pesos diarios.

Amén de que tendremos que pagar hasta por los partos, ahora los seguros no cubrirán los servicios odontológicos ni las llamadas enfermedades catastróficas, tales como los diferentes tipos de cáncer o el SIDA.

Por otro lado, los expertos entienden que el 60 por ciento de los consultorios serán cerrados y los médicos especialistas tendrán que ofrecer atención primaria. Para colmo, como ya no tendremos acceso directo a ningún especialista, los nueve millones de consultas por año que ellos daban se reducirán a tres millones.

Con todo esto, y después de afirmar que el SFS no beneficia a nadie, pues nos van a cobrar mucho más por menos, Matos advirtió que con los altos costos y la privatización de los servicios de salud aumentará la mortalidad del país.

Tras conocer estos detalles el lunes pasado, volví a sentirme estafada, agredida y lastimada. Y, al igual que el sábado, me asaltó la impotencia. Esta vez, sin embargo, el timo es mucho más duro porque hablamos de que nos negarán el derecho más fundamental: la salud. Una salud por la que nos cobrarán casi el 3% de cada salario que tengamos (si trabajamos en tres lugares, aunque sólo cotizamos en una ARS, nos cobrarán el 2.6% de cada sueldo). Si eso no es un abuso, ¿qué es?

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