La ambición rompe el saco

<p>La ambición rompe el saco</p>

LEO BEATO
Unas de las cuñas publicitarias mas efectivas en la historia política dominicana fue el famoso video del doctor Joaquín Balaguer peripateándose bajo el estribillo a golpe de perico ripiao de “Y vueive y vueive”.

Las ambiciones personales de arribar al poder siempre han sido la piedra de tropiezo desde los primeros vagidos de nuestra historia republicana. Los rojos, los verdes (rojos desteñidos), los azules, los blancos y los morados. Pedro Santana versus Buenaventura Báez, Ignacio María González versus Gregorio Luperón, Horacio Vásquez versus Juan Isidro Jiménez (los bolos y los rabuses), etc. etc. y una larga letanía de excéteras hasta llegar a la época presente.

Ha sido como una metástasis (división de células que forman un tumor canceroso)  o una mitosis celular congénita (división de células para formar otras células). Ulises Heureaux y Rafael L. Trujillo fueron dos largos hiatos violentos, producidos por esas mismas circunstancias, que interrumpieron bruscamente esta metástasis. En la época contemporánea el ejemplo del PRD ha sido desconcertante con su mitosis continua de tendencias y de personajes equidistantes los unos de los otros.

El Partido Reformista no ha dejado mucho que desear después de la desaparición física de “Vueive y vueive”.  La metástasis del binomio Balaguer/Augusto Lora aun yace en el subconsciente colectivo del pueblo dominicano. Fue el presagio de los turbulentos doce años donde tantos abusos se cometieron y se permitieron cometer contra la juventud dominicana. La época de los caudillos, de los caciques y de los coyopos (caciques de caciquitos) de cada partido o partidito parecía haberse superado con el advenimiento al poder del PLD adaptado a la presente etapa de globalización y de maduración interna. Sin embargo, ha sido todo lo contrario.

La pugna interna, dialéctica natural en todo organismo vivo, parece haberse desbordado una vez mas en aras a las ambiciones personales y, como antaño, la visión periférica del país se ha perdido aunque se use a éste como pretexto para lograr esas ambiciones personales.

Siempre terminamos cayendo en sofismas que terminan perjudicándonos a nosotros mismos, una tendencia muy autóctona de los políticos dominicanos. No olvidemos que la divisa preferida de Satanás es y siempre ha sido “divide et imperas” (divide y triunfarás). En nuestro caso este ha sido el pan nuestro de cada día desde los albores mismos de nuestra independencia como país libre y dizque soberano.

La escisión entre el binomio Antonio Guzmán/Jorge Blanco; Jacobo Majluta/José Francisco Peña Gómez; Hipólito Mejía/Hatuey Decamps es comparable al de Horacio Vásquez/Juan Isidro Jiménez. Originalmente aliados y solidarios terminaron dividiéndose en una metástasis aparentemente insuperable. Ahora estamos presenciando consternados la mitosis de Danilo Medina/Leonel Fernández porque, aunque ésta no ha pasado aún a ser metástasis, consiste en una repetición de esta tendencia autodestructiva que reviste una constante en la historia política de nuestro país donde jamás hemos desarrollado la capacidad de trabajar en equipo. En una mitosis la escisión es anunciada pero en una metástasis ésta es definitiva como en la del cáncer. Comparar a éstas con otras mitosis foráneas, como las del Brasil,  no es una  perspectiva viable. Un pretexto. Lo que parece bueno para un líder político no es necesariamente bueno para el país aunque se manipule al partido para lograrlo. Es un riesgo innecesario cuando, debido precisamente a esta tendencia suicida de otro partido de turno, se violentó al Congreso y se manipuló la Constitución para legalizar esta tendencia creando la posibilidad de la reelección.  La oportunidad es única para cualquier ciudadano con dos dedos de frente. Para un buen entendedor sobran las palabras. No nos debemos dar el lujo de perdernos como lo hicimos en el 2000 convirtiéndonos una vez mas en los responsables de otra masacre colectiva. No nos perdamos de nuevo como el hijo de Lindberg al que aún andan buscando. Aprendamos la lección de que es un partido el que debe de gobernar a un pueblo, no un individuo. Las pugnas individuales deben de dar paso al bien colectivo. La ambición personal debe relegarse al bien del partido al que se pertenece en aras del país al que se pretende servir. De lo contrario esa misma ambición personal terminará rompiendo el saco.

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