La amenaza nuclear que EU no quería que fuera cierta

La amenaza nuclear que EU no quería que fuera cierta

WASHINGTON.- Ponga lado a lado los dos problemas de espionaje que cautivaron a Washington la semana pasada -Irak y Pakistán- y podrá ver asombrosas imágenes de polos opuestos de lo que sucede cuando la información de inteligencia oscura choca con las agendas políticas.

La historia de lo que sucedió a las estimaciones de espionaje previas a la guerra sobre las armas de destrucción masiva de Irak ya ha sido interminablemente desmenuzada, convertida en leña de campaña mientras los miembros del Gabinete del Presidente George W. Bush se retractan de declaraciones definitivas hechas hace un año. Ahora la parte políticamente crucial del misterio -si las agencias de espionaje estadounidenses conectaron mal los puntos o si Bush y su equipo seleccionaron la evidencia e ignoraron las advertencias de justificar una guerra que ellos sentían que necesitaba ser combatida- está recayendo en una comisión que presentará su informe mucho después de la elección presidencial.

«Algunas evaluaciones de la información de inteligencia previa a la guerra hechas por Estados Unidos y otras naciones sobre los arsenales de Irak no han sido confirmadas», dijo Bush el viernes. «Estamos decididos a descubrir por qué».

Pero nadie en la Casa Blanca dirá si la comisión examinará la igualmente crítica cuestión de si el gobierno actuó con la suficiente rapidez mientras la CIA lentamente desenmarañaba el imperio nuclear de Abdul Qadeer Khan, el padre de la bomba nuclear paquistaní. En la misma medida en que el equipo de Bush quería derrocar a Saddam Hussein en Irak, querían estabilizar al Presidente de Pakistán, general Pervez Musharraf, de quien muchos expertos, desde Washington hasta Islamabad, sospechan fuertemente que se hacía de la vista gorda ante la forma en que Khan estaba ayudando a armar a algunos de los Estados más hostiles del mundo.

El otro interrogante quemante en Washington es si Estados Unidos, porque necesitaba la ayuda de Musharraf contra Al Qaeda, esperó demasiado tiempo para detener a la red de Khan mientras vendía secretos y equipo nuclear. «No ignoramos la evidencia, para nada», dijo un destacado experto en proliferación dentro del gobierno estadounidense. «Pero se tomó la decisión de no anunciarlo» por temor a desestabilizar a Musharraf y terminar con un gobierno islámico extremista con un arsenal nuclear.

Para muchos expertos en espionaje en Washington, Khan era una amenaza mucho más urgente e inminente que Saddam. Durante 15 años ofreció sus recetas, y el equipo para hacer la mezcla, a los mejores postores. Hubo muchos de éstos: Irán, Corea del Norte, Libia y probablemente clientes cuyos nombres no han surgido todavía. «El es el Doctor No de la vida real», dijo el otro día un alto funcionario de espionaje estadounidense, refiriéndose al antagonista de James Bond. «Sólo que más aterrador».

Después de años de negaciones, suyas y del gobierno paquistaní, Khan finalmente confesó la semana pasada. George J. Tenet, director de la Agencia Central de Inteligencia, describió el desenmascaramiento de la operación de Khan como un acto brillante del espionaje estadounidense. Dijo que la CIA había estado rastreando a Khan durante años, lo cual es cierto.

Pero como en Irak, la historia del espionaje es más compleja, un rompecabezas cuyas piezas estaban dispersas en todo el mundo. Muchas no fueron encontradas hasta que el daño estaba hecho. «Sabíamos que comerciaba con misiles, y sospechábamos que estaba metido en el negocio nuclear también», recordó no hace mucho Gary Samore, director de no proliferación del consejo de seguridad nacional del anterior gobierno de Bill Clinton. «Pero no creo que supieramos que era el proveedor del programa de Irán». O del de Libia, un hecho que surgió en el último año, y no fue confirmado hasta que inspectores enviaron diseños de una bomba -para una adaptación paquistaní de un diseño chino- a Washington hace dos semanas.

Y como con Irak, un interrogante crítico es cómo la información de inteligencia fue utilizada. En sus esfuerzos por frenar la proliferación, Bush ha amenazado con sanciones contra Irán y Libia. Demandó que Corea del Norte acepte inspecciones. Pero se ha permitido a Musharraf jugar con reglas diferentes.

Pocos de los colaboradores de Bush creen la historia de Pakistán de que Khan operaba solo. Tiene lazos muy profundos con las fuerzas armadas, que supervisan los Laboratorios de Investigación Khan, y le proporcionaban transporte de carga. Pakistán recibió misiles de Corea del Norte, creen los investigadores, a cambio de tecnología para enriquecer uranio. Evidentemente, el gobierno paquistaní debe haber sabido algo sobre cómo se materializó su nuevo arsenal de misiles.

Pero cuando Musharraf hizo un trato la semana pasada con Khan -una disculpa televisada que absolvía al gobierno, a cambio de un perdón total- la Casa Blanca aplaudió a Musharraf. Cuando el presidente paquistaní desechó como «disparates» los llamados a que investigara el papel de las fuerzas armadas, la Casa Blanca no dijo nada. De hecho, cuando el Presidente Bush nombró el viernes a los miembros de la comisión sobre la información de inteligencia, pidiéndoles que examinaran los problemas para penetrar en los países cuyas armas, ambiciones o vínculos con el terrorismo representan una amenaza para Estados Unidos, mencionó a Irán, Libia, Afganistán. Pakistán no estuvo en la lista.

«Mire, parece maquiavélico, pero es maquiavélico con un propósito», dijo George Perkovich, experto en Pakistán de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. «Vale la pena si se está consiguiendo en secreto suficiente cooperación de los paquistaníes para trazar un mapa de toda la operación. Pero siempre existe la posibilidad de que uno esté siendo engañado por Pakistán: que le den sólo la información suficiente para que el dinero siga fluyendo, pero no la suficiente para erradicar el problema real».

El viernes, el Secretario de Estado Colin L. Powell dijo que recordaría a Musharraf que Estados Unidos necesita «comprender totalmente lo que la red de A.Q. Khan ha hecho a través de los años de manera que no queden remanentes». Pero es Musharraf quien aseguró a Powell hace 16 meses -después de que The New York Times reveló que información de inteligencia estadounidenses había concluido que Pakistán suministró tecnología nuclear a Corea del Norte, aparentemente a cambio de misiles- que cualquier actividad de ese tipo era cosa del pasado. Los intercambios con Libia ocurrieron hace apenas cinco meses.

Funcionarios del gobierno estadounidense dicen que Musharraf fue tan lejos como podía, y que incluso ahora está siendo criticado por la oposición como un hombre que siempre dice sí a Estados Unidos. Pero un riesgo es que otras naciones concluyan que si son aliados lo suficientemente valiosos para Estados Unidos, las reglas nucleares usuales serán pasadas por alto.

Otro riesgo, señala Michael Krepon, presidente del Centro Henry L. Stimson, que trabaja en asuntos de seguridad, es que otras naciones «pudieran adoptar la definición paquistaní de proliferación: Si el Estado necesita intercambiar alguna tecnología nuclear para modernizar su fuerza de disuasión, eso es defensa, no proliferación».

Es una distinción que nadie en la Casa Blanca quiere discutir.

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