La amnesia social

La amnesia social

No creo que sea una virtud la actitud de la sociedad dominicana de echar agua al vino y olvidar los graves atentados contra la salud de la Nación.

Hay que recordar los malos  ejemplos históricos que enseñan cómo somos dados a perdonar, a olvidar lo que siempre  debe ser castigado: me refiero a conductas que deben ser estudiadas y aireadas para que no se repitan.

Desde el comienzo de la República el General Pedro Santana gobernó por encima de toda consideración legal. Prohijó y aprobó la expulsión de por vida de los tres Padres de la Patria, a quienes declaró traidores.

Unos años después, tanto Francisco del Rosario Sánchez como Ramón Matías Mella, trabajaban bajo las órdenes de su detractor y detentador ilegal del poder, el General Santana. Sólo Juan Pablo Duarte, quien se marchó a vivir al exilio, no colaboró con Santana.

Prohombres de la Independencia firman la petición a la reina de España y se convierten en cómplices del crimen de lesa Patria que convirtió la Nación en provincia española.

Esa petición  fue firmada por generales y personalidades que poco después se arrepintieron y estuvieron en la primera línea del ejército restaurador.

Fruto de las divisiones, malquerencias, ambiciones desmedidas y traiciones de muchos restauradores, Buenaventura Báez, quien vistió la casaca de Mariscal del ejército de ocupación español, poco después de la Restauración de la República se convierte en Presidente de la República, más de una vez.

La división de los liberales provoca el surgimiento de varios partidos integrados por mansos y cimarrones. Se entremezclan  los traidores a la Patria y los restauradores y a poco se pierde la identidad política de unos y otros.

En medio del desorden se inicia la funesta práctica de contraer obligaciones internacionales mediante préstamos que, en los más casos, no fueron aplicados a obras reproductivas, a obras que contribuyeran al desarrollo nacional.

El doctor Julián Ramia Yapur habla siempre de “la oligarquía lilisiana” para referirse a cómo la rampante corrupción de la tiranía de Ulises Heureaux convirtió en riquísimos a muchos cuyos descendientes aún conservan bienes de fortuna provenientes de la corrupción.

En el siglo pasado tuvimos la ocupación norteamericana de 1916 a 1924, la tiranía de Trujillo, el golpe de Estado de 1963, la otra ocupación norteamericana de 1965, los doce años de gobierno de Joaquín Balaguer.

En cada uno de esos períodos hubo toda suerte de actos de corrupción y crímenes que han caído en el olvido.

Tenemos que romper con esa tradición de amnesia colectiva.

¿O nuevamente vamos a echar agua al vino a la corrupción actual?

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