La angustia del dinerito

La angustia del dinerito

El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de felicitar al gobierno porque dizque lo está haciendo muy bien en el área económica. Hay crecimiento por encima de lo esperado y se mantiene la estabilidad. Pero curiosamente, al mismo tiempo, ¡qué duro está esto! Los “mini-mini” o “el masare” se esconden y hay que caerle atrás al dinero con un entusiasmo merecedor de esteroides.  A veces parece que sólo alcanzan el éxito los pocos superdotados o aquellos otros que aun bruticos poseen audacia y agallas para “buscársela” sin muchos remilgos de consciencia.

A mi me parece que nuestra sociedad está premiando con éxito económico a ciertos individuos que no son exactamente “role models” para nuestros hijos. Esto me recuerda un cuento que les he hecho antes: mucha gente de mi generación, nacida a finales de los ’50, si tuvo oportunidad de ir a buenos colegios o estudiar en inglés, seguramente leyó a Ray Bradbury, a Kurt Vonnegut y a J. D. Salinger. No sólo era que sus cuentos y novelas eran lectura obligada de la secundaria, sino que las cosas que narraban a veces parecía que estaban más cerca del corazón que las “politiquerías” que leían quienes estudiaban en castellano. Disfrutábamos también de otras músicas.

Uno de los más populares grupos era Fleetwood Mac, cuya popularidad ha sobrevivido varias décadas. Recuerdo la breve historia de uno de los músicos originales de esta banda inglesa-norteamericana (cuyo nombre olvidé, pero no importa). Se retiró cuando apenas iniciaban, pero ya tenían varios éxitos. Decía que deseaba una vida nueva sin complicaciones.

Uno de los trabajos que buscó fue el de zacatecas, cavando hoyos para sepelios. Cada vez que llegaba un cheque por correo con su participación de los “royalties” de Fleetwood Mac, lo devolvía. No lo quería. Llegó a contratar contables y abogados para que lo dejaran en paz, sin enviarle esos cheques que no deseaba. Fue obligado a ir a un psiquiatra, lo declararon loco y fue internado en un manicomio. A veces parece que si uno no hace de ganar mucho dinero el centro de su vida, lo creen tan loco como el músico ese de Fleetwood Mac. Quizás, como decían los romanos, justo en el medio está la virtud. ¡Pero qué duro es!

El progreso debería significar que el trabajo arduo y honesto quede recompensado con una vida con menos sobresaltos.

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