La ansiedad es una respuesta defensiva normal ante una situación estresante. Esta tiene el objetivo de activar una alerta que nos prepara para enfrentar riesgos y amenazas, sean estas reales o no. En ese sentido, las alertas producidas por la ansiedad nos llevan a tomar medidas de protección y aplicar estrategias de afrontamiento para solucionar el problema que activó dicha alerta. Este tipo de manifestación es universal, es decir, puede ocurrir en cualquier persona de toda cultura.
Sin embargo, la ansiedad puede convertirse en una enfermedad cuando se activa de manera generalizada, es decir, ante situaciones que no ameritan tal estado de alerta; o cuando es tan excesiva que se vuelve incontrolable y afecta nuestras emociones y/o relaciones interpersonales. En estos casos, se eleva la experiencia de miedo intenso, y la capacidad para resolver problemas queda paralizada o inhibida. Incluso, en casos extremos, puede llegar a tomar las características propias de ataques de pánico.
Los síntomas más frecuentes de la ansiedad, cuando llega a niveles considerados clínicamente significativos o patológicos son los siguientes: Agitación o nerviosismo, sensación de peligro real o infundado, palpitaciones, sudoración, dificultad para respirar, cansancio, dolores de cabeza, temblores, Insomnio o pesadillas, problemas de concentración, incapacidad para relajarse, incapacidad de dejar de lado las preocupaciones, dificultad para lidiar con situaciones que creen incertidumbre.
Sin embargo, no hay que cumplir con todas estas características, ya que tan sólo algunas de ellas logran impactar de manera significativa la convivencia del individuo en el hogar, el trabajo o sus relaciones, tanto las interpersonales como la relación consigo mismo. Si el desarrollo, bienestar o armonía de la persona se ve impactado en uno o más de estos contextos, entonces es importante visitar un especialista de la conducta, ya que de la mano de éste, podrá identificar qué tipo de ansiedad presenta, y obtener ayuda para responder de una manera asertiva ante las señales de alerta
La causa de la ansiedad puede ser múltiple, y su etiología puede explicarse desde diversas perspectivas teóricas. Una de las más aceptadas, afirma que la ansiedad patológica es producto de distorsiones relacionadas a la malinterpretación de estímulos, percibiendo adversidad donde no la hay, generando preocupaciones excesivas con respectos a temas que objetivamente no la causan. De igual manera, la ansiedad puede producirse cuando de acuerdo a nuestra percepción, la adversidad es grave y la capacidad para enfrentarla es nula; es decir, cuando interpretamos que nos encontramos indefensos ante una situación que se nos sale de las manos.
Hay factores que predisponen a una persona a padecer un trastorno de ansiedad, tales como los heredofamiliares, situaciones traumáticas, eventos estresantes persistentes en el tiempo, entre otros. También es importante tomar en cuenta de acuerdo a algunos estudios científicos, que existen otras situaciones detonantes, como el uso de algunos medicamentos, suplementos o energizantes y el consumo de drogas.
Existen varios tipos de ansiedad, dentro de los más comunes está la agorafobia, que es el trastorno de ansiedad generado por un miedo excesivo a los lugares públicos sobre todo cuando las salida o vías de escape no están visibles. Pero las clasificaciones más importantes del trastorno de ansiedad, son el trastorno obsesivo compulsivo, el trastorno por estrés post-traumático, el trastorno de pánico y el trastorno de ansiedad generalizada, de acuerdo al Manual Diagnóstico de trastornos mentales vigente en la actualidad.
La mayoría de las veces con un abordaje de la mano de psicoterapia y psicofármacos los síntomas de ansiedad pueden ser controlados e incluso erradicados. También hay recomendaciones para prevenir el aumento de la ansiedad, entre estas las más comunes y eficaces están:
Inhalar aire profundamente.
Dar un paseo o caminata.
Darse un baño, sobre todo con sales relajantes.
Escuchar música.
Bailar.
Conversar con unos amigos.
Desahogarse escribiendo.
Practicar un deporte.
Los niños también pueden sentir ansiedad, presentando los mismos síntomas que los adultos, sólo que en la infancia hay manifestaciones específicas, tales como la angustia de separación o los miedos típicos de las diferentes etapas, dependiendo de la edad, como el miedo a la oscuridad, o a dormir solos; pero con el tiempo aprenden a manejarlos, incrementando sus habilidades de afrontamiento y ajustando la percepción de seguridad a niveles más realistas.
Es muy importante modelarles patrones correctos de resolución de problemas e interpretación de emociones ante situaciones estresantes. Si la manifestación de ansiedad continúa, es importante observar al menor y estar pendiente de aquello que desencadena la ansiedad, así como reportar cualquier situación al departamento de orientación escolar para trabajarla junto a la familia. .La autora es psicóloga y educadora, directora y fundadora de MLC SCHOOL Twiter: @MLC_Schoolrd @SVirginiaP Instagram: @pardillavirginia.