La anti-democracia internacional

La anti-democracia internacional

En un mundo donde las relaciones inter-gubernamentales son cada vez más intensas y más importantes, expresión de la tendencia globalizante que caracteriza el escenario internacional en nuestros tiempos, el papel y rol de los organismos y agencias mundiales son más relevantes ante la necesidad de que el multilateralismo pueda canalizarse con un orden claro y reglas aceptadas por todos.

Sin embargo, las principales instituciones globales que hoy deben regir, y rigen, el funcionamiento de las interrelaciones entre los actores internacionales, datan de hace más de 60 años. Es el caso de la ONU, el FMI y el Banco Mundial, para señalar solo las más significativas. Sus mecanismos internos no se corresponden con principios tan altisonantes,  como el de las responsabilidades compartidas, las obligaciones multilaterales, la transparencia de las agencias internacionales, entre otros,  esbozados por los principales países líderes especialmente para realzar, ante el resto del mundo, sus deberes.

Lamentablemente, la principal debilidad de esa estructura internacional, que de ser coherente y consecuente sería una indudable contribución para un orden internacional positivo y aceptable para todos, es su parcialidad y sesgo de dominación.

El mundo global de hoy no es democrático.

Las instituciones que se suponen globales responden todavía a estructuras de la época de la Guerra Fría donde, en algunas instituciones, se repartían los privilegios entre las superpotencias y en otras se recurría a mecanismos ya sea para mantener fuera de ellas a otros o para garantizar el control de las mismas.

La mejor expresión de todo ello es la propia Organización de las Naciones Unidas dotada de una Asamblea General donde participa toda la membresía y de un Consejo de Seguridad, integrado hoy por solo 15 miembros, de los cuales cinco son Permanentes y los otros 10 electos por periodos de dos años. Hasta ahí podemos encontrar racionalidad pero es irritante que uno solo de esos cinco pueda anular con un voto negativo una decisión que exprese la voluntad de toda la comunidad internacional. Y también que, al no tomarse una decisión se proceda al margen de la institución en clara violación de la misma.

La vocación antidemocrática en el espectro internacional de algunos lo han llevado, incluso, a hablar de un “voto ponderado”; o sea, de que se sustituya el derecho de un “país un voto” por el que el poder de voto esté en función del aporte al presupuesto de la organización o por el volumen de su PIB.

No es el único caso. También en el FMI y el Banco Mundial se utilizan fórmulas que son más gerenciales de la empresa privada que de instituciones internacionales, pero de ellos hablaremos en el próximo trabajo.

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