La apertura del año escolar

La apertura del año escolar

Educación pertinente y de calidad para todos es el logro que debemos alcanzar en un plazo relativamente corto. Para ello, necesitamos poner en práctica todo un conjunto de medidas y de estrategias orientadas a la compensación de las desigualdades y a la unificación de voluntades. También, de una inversión en educación equivalente a no menos de un 4% de nuestro Producto Bruto Interno, tal y como está  consignado en la Ley General de Educación.

En las viejas escuelas parroquiales, el año lectivo se iniciaba al final del verano de un año y concluía al inicio del verano del año siguiente. En épocas no lejanas, además de ese calendario escolar, regían otros dos, uno en la zona cañera, y otro en la zona cafetalera.

Hace dos años que aquí rige un nuevo calendario escolar que contrasta con nuestro clima. Verbigracia, este año, las clases se abrieron el 17 de agosto recién pasado, en pleno verano, y en pleno desarrollo de la temporada ciclónica.

En aulas de clases abarrotadas de estudiantes, como suelen estar las salas de las escuelas públicas, con una temperatura ambiental superior a los 30 grados, el dar clases se dificulta, el docente se agota, y el estudiante se aburre. Por lo que las clases deben abrirse a partir de la segunda semana de septiembre y cerrarse en la segunda o tercera semana de junio del año siguiente. Dentro de ese calendario caben más de mil horas de clases.

Es justo reconocer que, a pesar de que este año las clases se abrieron muy a destiempo, las cosas marcharon bien, las quejas al respecto fueron mínimas, y los padres respondieron el llamado de las autoridades de Educación, enviando sus hijos a la escuela en la fecha de apertura señalada. Además, tuvimos muchas suertes: los ciclones se desviaron y los ríos permanecieron dentro de sus cauces. Pero, las dichas no duran para siempre. Debemos de prepararnos para asimilar lo que nos beneficia y para derivar lo que nos perjudica.

La consigna 1000 horas de clases y de calidad nos viene como anillo al dedo. La Asociación Dominicana de Maestros (ADP) debe cooperar con esa gran tarea, celebrando sus asambleas y sus reuniones sin afectar los horarios de clases. En cada una de nuestras escuelas debe existir un mural donde aparezca registrado el número de horas de clases ya impartidas para que el día en que se llegue a las mil horas celebrarlo con una gran fiesta. Y nosotros, los maestros, los técnicos y autoridades del sector, debemos esforzarnos más en favor de la eficiencia, equidad y sostenibilidad de nuestro sistema de instrucción pública.

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