La arritmia política dominicana

<P>La arritmia política dominicana</P>

Algunos teóricos  sostienen  que la República Dominicana ha tenido un comportamiento  político arrítmico con relación  a los demás países de  Latinoamérica o con los que estamos más vinculados. Esgrimen argumentos que no necesariamente obedecen a exactitudes en el tiempo, pero ofrecen datos que lo hacen interesante.

Dicen por ejemplo que cuando en nuestro país  imperaban regímenes que  coartaban las libertades de expresión y electoral, en los demás se permitía la libre difusión del pensamiento y se ejercía el  derecho al voto. Cuando aquí se produjo un levantamiento popular cívico-militar, los demás estaban más o menos tranquilos. Cuando en otros lugares se imponía el militarismo, aquí se le abrían las puertas a la democracia. Cuando habían desaparecido las guerrillas y el  foquismo, se pretendió aplicarlo aquí. Igualmente que cuando en América Latina surgían líderes enarbolando el Neoliberalismo, aquí los dos líderes populares más importantes,  Juan Bosch y Peña Gómez propugnaban, uno por la liberación nacional y el otro por un rompimiento de las estructuras políticas y sociales. Ahora afianzan su tesis en que mientras en América Latina soplan vientos que empujan hacia la izquierda o el centro-izquierda, en nuestro país los dos principales partidos, uno en el gobierno y el otro en la oposición, se empecinan en  adoptar posiciones que apuntan hacia el fortalecimiento de los sectores de poder tradicional y al sostenimiento del statu quo. Y en eso no dejan de tener razón. Recuerdan que el jefe de gobierno se confesó públicamente identificándose con pensamientos que coinciden o han servido de sostenimiento al poder tradicional, en contradicción  con el pensamiento de Juan Bosch. Y en el PRD, luego de la desaparición de Peña Gómez, su dirigencia casi solo habla de problemas internos, dejando de lado su esencia popular  y tercermundista.

Si el gobierno por un lado, identificado en pleno con los sectores de poder y el partido de oposición más importante como parece indicar,  complaciente con esa misma línea de apoyo y respaldo al statu quo, enarbolando todavía la bandera del Neoliberalismo que ha llevado el mundo al desastre en que se encuentra, sin atreverse ni siquiera a  cuestionarlo o a proponer modelos diferentes como lo han hecho naciones europeas, e incluso en Estados Unidos,  que por lo menos busque mejorar o equilibrar la distribución de las riquezas, ciertamente  habría que coincidir, aunque sea en este aspecto con los teóricos, de que somos un país políticamente arrítmico o contradictorio con relación al mundo. Nuestros dirigentes no   plantean  modelos diferentes para reducir la brecha entre  ricos y pobres. Ni siquiera se atreven a plantear lo que propuso recientemente el presidente Obama, de un mecanismo para que cada ciudadano sepa cómo y en qué se invierte el dinero que pagan los contribuyentes. Lograr ese objetivo; ponerle fin  a la reelección; acabar con la corrupción, limitar la ingerencia de los sectores de poder y un código de ética que impida los conflictos de intereses,  podrían ser síntomas de que se corregirá la teoría de la arritmia.

Publicaciones Relacionadas