La astucia en el dominicano

La astucia en el dominicano

La baja escolaridad, la deserción de las aulas a temprana edad ni las barreras sociales han apartado jamás al dominicano de sus naturales ansias de ascender en la escala social.

Puede proceder de una inhóspita comarca, de un apartado pueblo o un desconocido paraje rural, si llegó a “la Capital” dé por seguro que procurará la manera de triunfar.

Debutará en la gran ciudad como vendedor de tarjetas telefónicas, “parqueador” o taxista, aunque su ‘mira’ estará siempre puesta en un ambicioso proyecto.

¿Agente inmobiliario, prestamista o gerente de una “buena” empresa? No lo dude, usted.

La movilidad social no es condenable por sí – lo he dejado claro – sino los medios por los cuales se busque alcanzar estatus.

El engaño, la zancadilla, la diatriba o el chantaje suelen ser armas destructoras de cualquier núcleo.

Tratar de elevar presencia en la sociedad a través de acciones que violenten la ley, casi siempre termina en condena, sino de la misma sociedad, de la justicia, cuando se aplica con rigor e imparcialidad y sin favor.

A veces la astucia, cuando traspasa los límites de la prudencia y la decencia, se convierte en estigma para quien incurre en deleznables comportamientos.

Muchos de los actos transgresores de las normas conocidos se sustentan en la perversa ambición de quienes intentan “llegar lejos” aún fuere a costa de pisotear principios.

La pérdida de los principios morales en una parte de la sociedad dominicana, es en parte causante de la excesiva violencia.

La prudencia y el respeto siempre se traducirán en tranquilidad de espíritu y sosiego familiar.

Délo por seguro.

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