La austeridad no deber ser sólo del gobierno

La austeridad no deber ser sólo del gobierno

Los reclamos de austeridad en el gasto público, hechos por los principales voceros del sector empresarial, sonaban recientemente tan afinados que parecían el coro de la Catedral. Pocas veces esos voceros se ponen de acuerdo sobre principios básicos y al halar cada uno por su banda desentonan o crean una cacofonía terrible.

Pero al exigirle austeridad al gobierno, tienen razón. Como todo en la vida, sin embargo, hay matices que merecen comentarse. Y quizás lo primero sea que la austeridad en sí misma no debería ser el objetivo, sino lograr un superávit presupuestario, que es decir gastar menos de lo que ingrese al erario. Este objetivo pudiera lograrse aún sin austeridad, ya sea porque descubramos petróleo o uranio o algún jeque decida imitar a Chávez y nos regale el petróleo.

A mi me parece que más que austeridad, al gobierno debería exigírsele un uso más racional e inteligente de sus ingresos. Quizás gastan mal porque en medio de una crisis, que algunos economistas de los más serios califican como la peor en los últimos setenta años, el gobierno dice que la economía crece sin darle importancia a otros indicadores.

Una buena parte de los ingresos la estamos quemando en subsidios que distorsionan los precios y estimulan un consumo dispendioso. Es inmoral disipar enormes recursos que luego pagarán nuestros hijos y nietos.

Pero es igualmente inmoral que muchas de las personas que deberían poseer un liderazgo ético y moral en la sociedad dominicana, continúen viviendo y poniendo a sus hijos a vivir como si la crisis fuera para los demás. Es un insulto a la inteligencia y a la sensibilidad que en ciertos enclaves del consumo conspicuo criollo continúe el derroche, como si en verdad, nada fuera nada…

Igualmente, hay que averiguar cómo políticos que hasta hace poco eran impecunes, o sea carentes de dinero o bienes, financian avasallantes campañas de prensa para airear un malagradecido empeño por defender un honor y una eficacia que sólo existe en las cabezas suyas y de sus acólitos.

Debemos reclamarle, o exigirle, al gobierno, mayor austeridad. Pero también debemos aplicarnos lo que pedimos, con sensatez. Nunca como ahora hubo tantas oportunidades justificadas para que la DGII compare el ostentoso modo de vivir –o de hacer política- de cierta gente con sus declaraciones de impuesto sobre la renta.

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