La avaricia

La avaricia

MARLENE LLUBERES
Es en estos últimos tiempos donde la humanidad se ha visto afectada por un deseo insaciable, determinado y voluntario de tener más y mejor. Esta impostergable necesidad, se revela en las diferentes manifestaciones en que se desarrolla: poder, autoridad, fama, reconocimiento, absoluta libertad, bienes, dinero… Son muchas las intenciones equivocadas que nacen del corazón del hombre, que intoxican todo su ser. Lo que quiere eso busca, lo retiene y lo convierte en el centro de su vida. Entonces establece allí su confianza y seguridad. Sólo le produce alegría lo que obtiene.

Es el egocentrismo, la necesidad de buscar lo suyo: «¿Cuál es mi parte? ¿Cuánto me corresponde? ¿Dónde está lo mío?», lo que hace que la persona llegue hasta enfermarse porque no vive sosegadamente, sino en continua preocupación, afán y ansiedad.

El ser humano se aliena y cree que es dueño de su tiempo y de su vida, se convence de que ésta sólo tiene sentido por la cantidad de bienes que posee.

Cuando son estas las motivaciones que impulsan al hombre a obtener las metas trazadas, está siendo prisionero de la avaricia, del anhelo ilimitado de tener todo lo que los demás tienen y de querer más.

Es la avaricia que actúa en las profundas fibras del alma para que sean movidas a desear lo que es mercadeado por los diferentes medios de comunicación, aún cuando no sea necesario, o se esté ante la imposibilidad de adquirirlo.

Es este deseo dañino que mueve al desfalco en las empresas y a los tarjetahabientes a realizar gastos que sobrepasen su poder adquisitivo.

Es ese incontrolable amor de poseer que hace infiel al esposo o a la esposa porque quiere otra experiencia ya que cree merecer más.

Es la codicia que corrompe a los que tienen poder para dictar las leyes, la que mueve el tráfico de drogas, el robo de vehículos, la epidemia de las bandas.

Por ella, ocurren engaños, envidias, abuso de poder y es Dios quien nos alerta a cuidar nuestro corazón, ya que el hombre avaro acumula riquezas para sí y no es rico para con Dios. Corre tras su ambición sin detenerse a pensar que un día su alma será pedida por Dios.

Dios creó al hombre con un propósito y la verdadera abundancia puede obtenerla cuando ese proyecto de vida, que Dios diseñó para él, se hace realidad.

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