Era la más hermosa, amplia y transitada avenida de la ciudad, tanto, que en 1940 se afirmaba que era una “rival peligrosa para la calle El Conde”.
En esa época lucía un esplendor extraordinario. Por eso decía de ella un autor con siglas J. C. L.: “Justificadamente orgullosa, va arrebatando cierta supremacía a la calle El Conde. Poco a Poco, la gente del centro va comprendiendo que la importancia comercial de la capital está huyendo hacia el norte, emplazándose, precisamente, a la avenida Mella”.
A ella concurría la gente “de bien” “buscando aires nuevos, aires mejores”.
En sus inicios era una callejuela por donde corrían las aguas pluviales hacia el oeste, rumbo al canal de desagüe de la calle “Pina”. Sus casuchas eran paupérrimas, aunque alternaban con edificios de mampostería o concreto.
Se llamó “Capotillo” en homenaje al grito de Restauración lanzando sobre esa cima por patriotas dominicanos en 1863. Desde 1934 se llama avenida Mella, en homenaje a Matías Ramón Mella, uno de los fundadores de la nacionalidad dominicana.
La vía fue evolucionando hasta convertirse en lugar de gran lustre y especial atractivo para la diversión y la adquisición de todo tipo de mercancías.
En la Mella nació el primer cine dedicado solo a películas de sexo y el primer supermercado del país. Era el “Colmado Nacional”, de José Manuel González Corripio, que el 14 de junio de 1959 anunciaba eufórico la introducción del “sistema autoservicio”. Una detallada crónica de Guillermo A. Jiménez C. expresaba: “El visitante puede servirse por sí solo. Los efectos que desee adquirir han sido colocados en tramos y estantes de fácil acceso”. Destacaba los nuevos refrigeradores “repletos de productos congelados y alimentos diversos”, facilidades de parqueo y enorme surtido, bajo la consigna de “La mejor calidad al más bajo precio”.
En las góndolas se colocó la inscripción: “Sírvase usted mismo”. El negocio se ha extendido por el país como Supermercados Nacional.
La Mella fue la avenida de los cines. Allí estaban el Capotillo, inaugurado en 1921; Mi Cine, Apolo y Lido que es el más recordado quizá no solo por ser el más reciente sino por la especialidad de sus últimos años: sexo.
Perteneció a la empresa teatral Apolo y fue inaugurado el 3 de febrero de 1963 con la gala premier “de una gran obra de Joe Pasternak” en la que participaron Doris Day, Stephen Boyd, Jimmy Durante, Martha Roye: “Jumbo, La sensación del circo”.
El establecimiento era “la última palabra funcional en belleza y confort”. Contaba con 900 asientos, aire acondicionado, bar, pantalla lumínica, platón fiberglas, lobby con aire acondicionado, pasillos alfombrados, área de fumar…
El 24 de enero de 1972 la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía anunció que todas las películas prohibidas en el pasado porque contenían fuertes escenas de sexo, podrían exhibirse en el Lido, de la avenida Mella. Presidía la institución el doctor Félix María Benzo quien declaró que “de esa manera se complace a un enorme número de personas que así lo habían pedido”.
Al día siguiente comenzó tandas nocturnas estrenando “I am curius, Yellow”, “una cinta que causó un extenso debate en los Estados Unidos”.
Aclaró Benzo que la autorización solo era extensible a los temas de tipo sexual “y no a las películas prohibidas por otras razones”, como “Los comediantes”, que narra la vida y los hechos “del difunto dictador François Duvalier” y “La batalla de Argel”, que recoge las luchas guerrilleras del pueblo argelino por su liberación. Estas quedaron censuradas.
Con esta modalidad, Santo Domingo se colocó al nivel de capitales del Caribe “donde hay cines exclusivamente para la exhibición de cintas cinematográficas picantes”, dijo.
El 21 de noviembre de 2005 la compañía Sagitario Films participó que daba por terminado el arrendamiento del cine Lido y que por lo tanto permanecería cerrado.
En el Apolo, inaugurado el 16 de septiembre de 1936, se presentaron en los 40 filmes como Llamen al doctor Kildare; Mi reino por un amor, con Bette Davis y Errol Flynn; Cruel es mi destino, Paso a la libertad, La mujer comprada…
El Trocadero y los periódicos. Antes o después de disfrutar un buen filme se acudía a El Trocadero, café-restaurante más famoso de la capital, ubicado en la Mella esquina “José Trujillo Valdez” (Duarte). Era el habitual de los periodistas de La Nación, de intelectuales, poetas y otros que al decir de Pedro René Contín Aybar lo convirtieron “en sitio de gente elegante, muy buenos vinos franceses y españoles, cerveza estupendamente fría y magníficos cocteles”. Este espacio de recreo y discusiones literarias merece historia aparte.
Además de La Nación, fundado en 1940, órgano informativo del gobierno de Trujillo, que se vendía a cinco centavos, estuvo El tiempo, surgido en 1967, opositor de las izquierdas y La tarde dominicana, dirigido por Salvador Pittaluga Nivar. El director ejecutivo era Francisco Álvarez Castellanos y el administrador Bartolo Cury. Comenzó a salir en 1963.
La Mella era la avenida de las farmacias “Salud”, de Jacinto González; “Cuello”, de Amable López Cuello; “Abelardo”, del Abelardo Jiménez Peña y “La Purísima”.
Funcionaban La Castellana, fábrica de calzados; los garajes de Domingo Vásquez; las imprentas de Emilio Hidalgo y de Hipólito Peguero; las mercancías al detalle de Miguel Manzanet y Manuel Ortega; Juan Asmar, corredor, y las provisiones al detalle de Juan Bautista Longo, Paulina Mónica y Edelmiro Padilla.
Tenían negocios, también, Domingo Vásquez, Miguel A. Jiménez, J. M. Landestoy, Hipólito Pierret, Danilo León Sturla, Luis Antonio Padilla Bisonó, Ramón Corripio, Miguel Alma, Elías Assile, Henry Azar, Antonio Franjul, Jesús Musa Jalil, Edmundo Howellemont, Virgilio Ortiz Neder, Antonio y Alejandro Alma. Eran famosas las torrefacciones de café de Paliza y Parmenio Fong.
Abundaban inmigrantes árabes, españoles, japoneses, chinos con El pájaro azul, La casa de los cuadritos, La Regia y Mella, Polanco Radio, Librería Fersobe, hotel Los tres gigantes, La Troya, La Nueva Opera, Los Muchachos, Honorio González y sus colchones King, Casa Japonesa, Hilo Lily, Las variedades, El Espejo…
En la Mella existió una Casa embrujada que alarmó a la ciudad; una fuente iluminada, para gloria de Trujillo; un hospital, dirigido por el doctor Damirón Ricart…
La “vértebra vital del comercio de extramuros” era la avenida Mella, con su lencería barata, almacenes de géneros finísimos, billares, lavanderías.
El Cuerpo de Bomberos, el Mercado Modelo, Banreservas, eran tan frecuentados como La Sirena, La Futurista, La Aurora, La francesa, La Royal, La flor del Ozama, la Casa Vitienes, Terc, Padilla hermanos, o las ferreterías Cobían y El Marino.
De esa Mella tan cargada de historia apenas quedan los recuerdos. La de hoy es prácticamente un arrabal.