La bahía y península de Samaná han sido en la historia dominicana lugares muy codiciados por potencias y compañías extranjeras lo que ha generado propósitos en gobernantes y congresistas dominicanos que, a cambio de, trataron de obtener favores y otros beneficios.
Nuevos intentos de ceder la bahía de Samaná se asomaron en la historia dominicana con el proyecto de concesión del área y el casco urbano por 50 años a una compañía extranjera.
De materializarse este propósito, sin contar con un Plan de Ordenamiento Territorial de la zona que comprende importantes áreas protegidas, se comprometería seriamente el futuro turístico y ecológico para favorecer un monopolio.
La razón de la codicia es que la bahía está dotada de condiciones privilegiadas, con varios escenarios geográficos, arrecifes, cabos, farallones, ensenadas, puertos, caletones, y playas.
Posee 1,370 kilómetros cuadrados de plataforma marina. Un hecho conocido es que por esa razón su litoral fue declarado Monumento Natural en el año 1959.
También posee algo excepcional: una bahía dentro de otra como es el caso de la bahía de San Lorenzo, la cual surge de detrás de una línea costera de mangles y cocoteros.
Sin embargo, el valor de la península también reside en las bellezas naturales de su entorno como las que se observan en Cayo Levantado, uno de los mayores puntos de atracción para visitantes nacionales y extranjeros.
Publicaciones prestigiosas como Geomundo han calificado las playas de Cayo Levantado y la de la isla Catalina entre las 25 mejores del mundo.
Además, en las zonas costeras de la bahía de Samaná, especialmente en la orilla oeste, entre el municipio de Sánchez y el Parque Nacional de los Haitises existen aproximadamente 62 kilómetros de manglares, la comunidad más extensa del país.
Los manglares han sido reconocidos como uno de los sistemas tropicales más productivos, cuya función principal es proveer nutrientes a las aguas que por lo general están pobres; también como trampas de sedimentos protegiendo los ecosistemas de las costas como es el caso de las comunidades de corales.
También actúan como barreras en caso de tormentas peligrosas y de hábitat para muchas especies, como los mariscos comestibles.
La misma importancia corresponde a los arrecifes de corales que realizan funciones similares al ofrecer hábitats favorables para muchas especies con sus nutrientes y al proteger de erosión a las playas además de ser una atracción turística.
Los arrecifes de coral son muy susceptibles a la turbiedad de las aguas, por lo que se precisa de constantes monitoreos y manejo sostenible del turismo y la agricultura.
Los intentos por enajenar la bahía empiezan desde 1853 cuando el entonces Presidente Pedro Santana ofreció cederla a los Estados Unidos.
El presidente estadounidense Franklin Pierce aceptó la oferta, con el propósito de que su gobierno instalara una extracción carbonera ya que el carbón era la fuente de energía usada por los barcos.
No obstante, Francia e Inglaterra se opusieron a estas intenciones y enviaron buques de guerra a la zona, así como sus respectivos cónsules y Santana fue obligado a desistir en parte también por falta de apoyo de los Estados Unidos.
Tres años más tarde, o sea, en 1856 Santana intentó negociar nuevamente la bahía con los Estados Unidos esta vez España no lo vio con buenos ojos ya que la nación del Norte apuntalaría su situación estratégica y podría atacar Cuba.
Para evitar que se consolidara este nuevo intento, el cónsul español José María Segovia creó una matrícula para hacer ciudadanos españoles a todos los que habían nacido en territorio dominicano, sin tomar en cuenta la nacionalidad de los padres y con la finalidad de que los baecistas se naturalizaran.
Estos matriculados empezaron a conspirar y Santana no se atrevió a perseguirlos por temor a una reacción de España en su contra, por lo que renunció y entregó el poder a Manuel de Reglas Mota y este a su vez a Buenaventura Báez que asumió el poder en octubre de 1856.
Sun embargo, durante el llamado Gobierno de los Seis Años, Buenaventura Báez se desdice históricamente, luego de que fracasara en su intento de anexar el país a los Estados Unidos mediante el tratado Perry Gautier el 29 de noviembre de 1869 firmado por el cónsul estadounidense Raymond P. Perry y el ministro de relaciones exteriores Manuel María Gautier.
Al fracasar las gestiones de anexión, Báez firmó el 8 de diciembre de 1872 un convenio para ceder a una compañía estadounidense, la Santana Bay Company, la bahía de Samaná en arrendamiento por 99 años.
Afortunadamente, el Presidente Ignacio María González anuló este contrato el 25 de marzo de 1874 y restableció la soberanía de la República Dominicana sobre la bahía de Samaná.
Años más tarde, el dictador Ulises Heureaux, agobiado por problemas financieros, trató de resolver su situación con la venta de la bahía a los Estados Unidos en 1891 y 1893, pero no pudo materializarse por las protestas de exiliados dominicanos.
No obstante los intentos volvieron en los años 1897 y 1898, cuando Estados Unidos necesitaba con cierta urgencia ese punto geográfico porque planeaba una guerra contra España por la posesión de Cuba.
Después que Estados Unidos venció a España y utilizara a Guantánamo como base militar, los norteamericanos quedaron allí hasta los tiempos actuales.
[b]INVENTARIO DE RECURSOS[/b]
Hace alrededor de un año, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales hizo un inventario y estudio de la península y bahía de Samaná a fin de proteger y garantizar la permanencia y sostenibilidad de sus recursos naturales.
El inventario lo hizo la Oficina de Evaluaciones Ambientales y con él se buscaba impedir con normas que en Samaná se reproduzca lo ocurrido con Puerto Plata, donde los recursos naturales fueron seriamente dañados por el desarrollo de un turismo no sostenible.