La Barquita: victoria de las tesis urbanas de los 80

La Barquita: victoria de las tesis urbanas de los 80

En 1987, la escuela de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, bajo la dirección del Arq. Luis Despradel, nos aprobaba el impulso de los “talleres populares de mejoramiento urbano”, para la época, un ensayo teórico-práctico. Queríamos impulsar el urbanismo como función social al servicio de las mayorías a partir de una nueva pedagogía con los estudiantes,  en los barrios pobres para formular propuestas urbanísticas propias de nuestra realidad social, económica, ambiental y urbana. Como cada proceso nuevo, fueron  muchas y bien duras las críticas. Imponer la planificación urbana por encima de una práctica vieja de intervención en la ciudad, nos costó  amenazas y retaliaciones. 

Apostaron al fracaso de una iniciativa pedagógica novedosa  que nos llevaba en y dentro de los barrios, para estudiar una realidad compleja y que nos permitía imponer en las aulas, en las practicas y en las tesis de grado, una reivindicación de los sectores informales de todas las ciudades de América Latina, exigiendo de sus gobiernos, políticas públicas sociales en un territorio diminuto, el barrio y con ellos, como actores desde el inicio del proceso hasta el final. Así, pues, el mejoramiento barrial se impuso como una práctica urbana que involucraba a los moradores.

El mejoramiento urbano, y/o barrial se convirtió, en una exigencia continental y sirvió de catalizador a los movimientos sociales, también en la UASD, con debates calurosos y en la sociedad, frente a dos practicas de intervención urbana, porque el gobierno realizaba en esos años una renovación urbana, a partir de la modernización del sistema vial que maltrataba la población, la expulsaba en los extremos del Distrito y la desarraigaba de un territorio lleno de relaciones invisibles, que fomentan la solidaridad y la sobrevivencia. Veinte años después, los problemas de los barrios informales siguen, se complejizaron y desgraciadamente se agravaron.

El mejoramiento barrial, continuo e integral, era la solución para humanizar  el “desarrollo” y las condiciones de vida, para crear empleos, transmitía saberes, sentido de la organización y de la planificación, creaba más oportunidades y sobre todo transfería poder a sectores tradicionalmente despreciados por los políticos. En 2013, por fin,  el Presidente Danilo Medina, economista y consciente de las limitaciones presupuestarias de la nación, impone nuestra tesis, en La Barquita, la que todos los gobiernos de América Latina han adoptado, incluyendo Brasil que mejora todas sus favelas, apoyándose en sus moradores.

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