El 19 de marzo 1844 se enfrentaron en Azua Pedro Santana y Charles Herard
Las batallas de Azua y de Santiago, mejor conocidas por las fechas en que se produjeron, el 19 y el 30 de marzo de 1844, respectivamente, fueron los primeros encuentros armados entre dominicanos y haitianos luego de que el 27 de febrero de ese año se llevara a cabo la proclamación de nuestra independencia frente a Haití.
Además de que esas batallas contribuyeron a consolidar la independencia nacional, sumadas a los combates de la revolución del 7 de julio de 1857, habrían de jugar un papel importante como antecedentes inmediatos de esa lucha de liberación que fue la Revolución Restauradora, en la cual los patriotas no solo tuvieron que poner en práctica el método de la guerra de guerrillas, sino que también, al igual que en nuestras luchas con Haití, hubo participación de todas las capas sociales del país en torno a un objetivo común.
Los ejércitos de la batalla de Azua estaban encabezados por el presidente Charles Herard, del lado haitiano, y por el general Pedro Santana, del dominicano. Las tropas de Herard, que desde el día anterior se habían estacionado en las orillas del rio Jura, atacaron el 19 con infantería y caballería a la población de Azua, agresión que fue respondida por los dominicanos en un enfrentamiento que se extendió durante dos horas.
Las tropas haitianas constaban de 10 mil hombres y las dominicanas eran de 3 mil. Luego de duros combates los haitianos tocaron retirada hacia su campamento del rio Jura.
Con el pretexto de que carecía de municiones, el general Santana se dirigió a Sabana Buey, para seguir rumbo hacia Bani, donde establecería su Cuartel General.
Era la primera vez de su vida -afirma el historiador José Gabriel García- que “el general Santana se veía dirigiendo operaciones militares, y sus disposiciones no podían corresponder con exactitud a las indicadas por el arte de la guerra, pero contaba con el esfuerzo común, con el anhelo general de vencer, y ese esfuerzo y ese anhelo, hicieron que la victoria fuera espléndida.
Con dos cañones mal montados, pero bien dirigidos, uno por Francisco Soñé y otro por el teniente José del Carmen García; con soldados bisoños en su mayor parte, pero resueltos y alentados por el ejemplo de oficiales como Antonio Duvergé, Feliciano Martínez, Manuel Mora, Juan Esteban Ceara, José Léger, Vicente Noble, Matías de Vargas, Nicolás Mañón, Marco de Medina y otros no menos meritorios…».
La retirada de Santana y su ejército hacia Bani a raíz del triunfo de la batalla de Azua es un episodio que todavía sigue siendo polémico en la historia dominicana. Frente a esa acción de Santana surge una pregunta: ¿tiene esa retirada su origen en impericia militar o en planes que desde antes de la separación de Haití venían urdiendo algunos sectores con el fin de lograr un protectorado de Francia?
En relación con esa interrogante, hay algunos hechos sobre los cuales queremos llamar la atención.
La actitud del general Santana fue tomada con una apreciable oposición de su ejército, lo que se demuestra en la acción guerra de guerrillas que comandó el general Antonio Duvergé, las que impidieron el avance hacia El Maniel (hoy San José de Ocoa) de las tropas haitianas.
Los franceses, probablemente al reconocer en Santana mayor poderío que el que tenía Buenaventura Báez, decidieron negociar el protectorado directamente con el Márques de las Carreras, para lo cual trató de aislar a Báez, quien en 1853 afirmaría que «fui de los pocos que creyeron segura la victoria, si se empleaba en la oportunidad la excelente caballería que yo mismo había reunido; y fue por esto que para hacer triunfar en la junta de guerra su pensamiento de retirarse a Baní, (Santana) me despachó a la capital en solicitud de municiones».
A pesar de ese malentendido ocasional con Santana, nada puede eximir a Báez de su condición de anexionista impenitente.
Debe señalarse que entre las causas de esa lucha hubo un hecho determinante para que todas las capas sociales del país se unieran contra los proyectos de los gobiernos de Haití, según los cuales nuestro territorio deja pasar nuevamente a su dominio: la situación de inestabilidad económica y de miseria en que se encontraba la República, lo que vino a ser la expresión en el plano nacional de la llamada depresión de 1937.
Hacia 1844 la situación de las grandes mayorías del pueblo todavía seguía siendo muy mala: para entonces se sentían los efectos desastrosos del terremoto del 7 de marzo de 1842, catástrofe que se extendió de un extremo a otro de la isla y causó estragos en Santiago, La Vega, Cabo Haitiano y otras ciudades.