La belleza

La belleza

DIÓGENES CÉSPEDES
Millones de páginas han sido escritas acerca de la belleza o, en su defecto, de lo bello como concreto pensado. Existen tantas definiciones de la belleza o lo bello como gente hay en el mundo.

Pero para entendernos acerca de la belleza o lo bello, algunas reglas debemos inventar. La más importante y la menos subjetivista es la que define la belleza como un concepto cultural, relativo y de época. De la misma manera que acaba de ser definida la belleza, puede definirse a la mayoría de los sustantivos abstractos: Por ejemplo, la poesía, la pintura, la escultura, la música, la danza, y las demás abstracciones que usted puede encontrar en cualquier gramática o libro de filosofía.

De todos estos sustantivos abstractos que he puesto como ejemplo, ninguno existe sino en lo concreto. Lo bello, el poema, el cuadro, la obra escultórica, la pieza musical, el tipo de baile concreto (ballet, merengue, bolero).

Para ir a lo concreto del título de este artículo, ¿cómo se concretiza lo bello? La belleza como abstracción absoluta es intangible. Luego, lo bello no lo es. Sólo los elementos culturales con los cuales una comunidad ha establecido que una persona, un animal, una abstracción, un objeto, etc., son bellos, pueden percibir tales rasgos o el conjunto como tal. Porque tales rasgos están ya impresos en el cerebro. Pero eso no les quita su carácter de intangibles.

Me permito copiar el largo pasaje XVI titulado “La belleza”, del libro S/Z de Roland Barthes (México: Siglo XXI, 1980, p. 26-27), obra en la cual se analiza frase por frase el relato de Balzac titulado “Sarrasine”. Lo de S/Z tiene que ver con la oposición fonológica que existe en francés entre s/z, contenida en el morfema Sarrasine.

Dice el estilista francés: “La belleza (contrariamente a la fealdad) no puede explicarse realmente: se dice, se afirma, se repite en cada parte del cuerpo, pero no se describe. Como un dios (tan vacía como él), sólo puede decir: soy la que soy. Al discurso no le queda más remedio entonces que afirmar la perfección de cada detalle y remitir el ‘resto’ al código que funda toda belleza: el Arte. En otras palabras, la belleza sólo puede alegarse en forma de cita: que Marianina (uno de los personajes del relato, DC) se asemeja a la hija del sultán es la única manera en que se puede decir algo de su belleza; de su modelo tiene no solamente la belleza, sino también la palabra; librada a sí misma, privada de todo código anterior, la belleza sería muda. Todo predicado directo le está negado; los únicos predicados posibles son la tautología (un rostro de un óvalo perfecto) o la comparación (bella como una virgen de Rafael, como un sueño de piedra, etc.); de esta manera loa belleza es remitida a la infinidad de los códigos: ¿Bella como Venus? Pero ¿y Venus?, ¿bella como qué?, ¿Cómo ella misma?, ¿Cómo Marianina?”

Y al concluir su brillante análisis estilístico, Barthes dice: “Sólo hay un medio de detener la réplica de la belleza: ocultarla, volverla silenciosa, inefable, afásica, remitir el referente a lo invisible, ocultar bajo el velo a la hija del sultán, afirmar el código sin realizar (sin comprometer) su origen. Existe una figura retórica que restituye este vacío del término comprado, cuya existencia está enteramente sometida a la palabra del término comprante: es la catacresis (no hay otra palabra posible para denotar las ‘alas’ de molino o los ‘brazos’ del sillón y, sin embargo, las ‘alas’ y los ‘brazos’ son ya, inmediatamente metafóricos): figura fundamental, quizá mucho más que la metonimia, puesto que habla alrededor de un término comparado vacío: figura de la belleza.”

¿Recuerdan la cita de arriba acerca de la fealdad? Esta puede explicarse, la belleza no. De esta última sólo tenemos un discurso que habla eternamente de la belleza sin poder explicarla. Es un círculo vicioso, una tautología. A ningún camino conduce. Porque es ilusión de los sentidos. Al único camino cierto que conduce el creer en la belleza es a la muerte, a la guerra, a los conflictos. Quien se aferre a poseer la belleza, a poder definirla, a tener la razón de saber lo que es la belleza estará obligado a controlar la belleza y la verdad de su definición y a evitar el dolor de perder la belleza, la verdad y el control sobre este bien abstracto.

Eso es lo que ha ocurrido a millones de hombres y mujeres que han querido poseer la belleza, la verdad acerca de esta y el querer controlarla. Pongo solo como ejemplo en la Biblia los casos de David, quien llevó a la muerte a Urías para apoderarse de lo que creía era la belleza de la mujer de su estratega militar. Salomón, hijo de ese mismo David, pierde a la reina de Saba y nos deja uno de los mejores poemas de amor: El canto de los cantos. La guerra de Troya surge por la circunstancia de París apoderarse, por medios inadecuados y violando todas las leyes de la hospitalidad, de Elena, mujer de Menéalo. Todos los protagonistas murieron. Herodes complace a Salomé deslumbrado por su belleza y le entrega en bandeja de plata la cabeza del Bautista.

En el mundo árabe, el libro de Las mil y una noches está sembrado de cadáveres cuyos dueños intentaron en vida apropiarse de la belleza de una mujer. Roma se funda con el rapto de las sabinas, aunque la belleza de la mujer no contó mucho en aquella sociedad pragmática que usaba a la mujer para conquistar o mantener el poder, contrariamente a Grecia, donde hubo un culto a la belleza femenina.

Nuestro paradigma occidental de belleza está indisociablemente unido al etnocentrismo y al euro centrismo. Por eso no funciona para Asia, África, Amerindia y Oceanía. El racismo le impide que funcione. Una mujer hotentote o una mujer que se perfora los labios en África para valorar, ante el hombre, su belleza, es considerada por el euro centrismo como una salvaje fea. Los ojos rasgos de japoneses, chinos y amerindios, aparte de la piel amarilla o cobriza, es vista por el euro centrismo como una inferioridad racial, puesto que el paradigma occidental es la blancura de piel y los rasgos caucásicos.

Si se observan las obras maestras de los pintores o escultores occidentales, se ve perfectamente lo relativo, de época y lo cultural del concepto de belleza. Para poner un ejemplo sencillo, “Las tres gracias” de Boticelli muestran los valores de ese período: la esbeltez, lo áureo y el modelo griego de la Venus de Milo. Pero más adelante, Rubens pinta unas mujeres regordetas, áureas y alejadas del modelo venusino. El concepto de belleza cambió.

El paradigma de donde yo parto es que todos los seres humanos son inteligentes y hermosos. Armado con este concepto, no hay etnocentrismo ni euro centrismo que valga. Lo bello es ilusión de los sentidos que solo existe en el discurso de un sujeto y eso que él llama bello es intangible, cultural, relativo y de época. El mito de la eterna belleza, por el cual han sido asesinados tantos hombres y mujeres, no vale un comino.

En nuestra isla, durante el período prehispánico, durante la conquista y colonización y desde 1844 hasta el día de hoy, ¿quiénes han sido las víctimas de la belleza?

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