El sábado pasado, el primer sábado de julio asistimos al enlace emocional y matrimonial del cineasta dominicano Angel Muñiz.

Un atardecer gris y lluvioso y sin embargo especialmente cálido era ese en el que Angel y Ana Sofía respondían con su sí sentido a la llamada del amor.

Aparte de toda la majestuosidad de esa boda frente al mar y bajo sus aguas, de toda la elegancia tropical de claros y coloridos trajes femeninos, de guayaberas en colores pasteles y algunas chaquetas blancas o negras enmarcadas en el paisaje marino, había otra cosa.

La boda de Angel y Ana fue una boda de encuentro, de reencuentros y sobre todo de un sentimiento: amor.

El amor filial, el amor de ellos y el amor de todos los que estábamos ahí.  Esa boda fue un canto a la amistad y una respuesta a aquel verso de Neruda «nosotros los de entonces… seguimos siendo los mismos».

No se pueden poner todos los nombres, pero los amigos y amigos de Angel Muñiz estábamos ahí, con él, abrazados a su alegría, emocionados por su felicidad, por ese renacer que le ha quitado años a su mirada y a su risa.

Angel y Ana bailaron con Leo Suberví y Alto Contraste arrobados y a la vez desenvueltos, todos quedamos convencidos de que se llevan bien cuando mueven al unísono sus cuerpos bajo el efluvio de la música y que cuando hablan o se miran hay respeto, hay admiración y un eclipse total para todo aquello que no sea su gran amor.

Felicidades!!!