Guste o no guste. Se quiera ver o no. Lo cierto es que vivimos en un mundo absolutamente desigual y aunque las cifras manejadas son de carácter global, existen también a nivel de cada país, incluso de fuentes oficiales, incluyendo el nuestro. No importa los eufemismos a que se quiera recurrir para tratar de camuflajear esas realidades, los explosivos están ahí y pueden activarse en cualquier momento y los que más tienen que perder son los que pretenden que el problema no existe y miran para otro lado.
En la entrega de la semana pasada explicaba la propuesta de nueva metodología para medir la desigualdad que permite demostrar cómo después que el sector medio de la sociedad absorbe la mitad de la riqueza nacional, en cualquier país, la otra mitad pertenece casi completamente al 10% más rico por lo que al otro 40% de la población le quedan solo ilusiones y esperanzas. Los que miden el problema global han concluido que la brecha entre ricos y pobres es “más grande de lo que se temía” y claman por alcanzar una economía más humana en un mundo donde, globalmente, el 1% tiene tanto como el otro 99%. Advierten – y no son de izquierda ni terroristas – que se tiene que acabar con la corrupción pero también con la evasión fiscal que, en definitiva, es una forma de aquella. Recuerdan que no hay manera de acabar con la pobreza sin cobrar más impuestos a los más ricos – los impuestos directos que aplican inexorablemente en las naciones desarrolladas –. (La magnitud de esos impuestos va a depender coyunturalmente de cada país). Cuando los millonarios gobiernan piensan en términos de sus beneficios y no de políticas sociales; es lógico, no le pidamos peras al olmo. El gabinete de multimillonarios norteamericanos pretende disminuir los impuestos a las grandes empresas del 35% al 15% sustentando el eufemismo de que aumentará la inversión. Claro, de “casualidad”, incrementan su pecunia personal. Junto al pago de impuestos adecuados se debe garantizar la asignación de salarios dignos. A mayor circulante, mayor demanda y se compensa cualquier erogación imprescindible e ineludible. Los gobiernos de la llamada izquierda latinoamericana lograron, en su momento, reducir la pobreza pero no mejorar la distribución de la riqueza y he ahí su fracaso.
En el Chile que tanto se menciona, lo cierto es que el 10% más rico ha logrado frenar las pretensiones de cinco gobiernos de centro izquierda para remodelar “algo” la distribución de la riqueza. Estamos en un mundo cuya sostenibilidad social no es sostenible, aunque suene paradójico, y vamos para peor. Hace un año 16 individuos poseían la mitad de la riqueza global; ahora son solo 8. ¿Se quiere resolver a nivel de país? Hágase algo igual a los países desarrollados: evitar evasión, incrementar salarios, formalizar el empleo, mejor distribución de riqueza, cambio en la estructura tributaria. Suena a descubrir la fórmula de agua tibia pero tendríamos mejor sistema social sin dejar de ser capitalistas.